“En el año 20-19 a. C. el rey Herodes dio inicio a los grandes trabajos de renovación, casi de reestructuración, del templo de Jerusalén, el segundo, el que fue construido después del exilio. Además de las áreas reservados a los miembros del pueblo de Israel (hombres, mujeres, sacerdotes) en este templo había un espacio en el que todos podían entrar, judíos y no judíos, circuncisos e incircuncisos, miembros o no del pueblo elegido, personas educadas en la Ley y personas que no lo eran. Aquí se reunían rabinos y maestros de la Ley dispuestos a escuchar las preguntas de la gente sobre Dios y a responder en un intercambio respetuoso y misericordioso. Este espacio era el atrio de los gentiles o paganos, en latín el atrium gentium, un espacio que todos podían atravesar y en el que podían permanecer, sin distinciones de cultura, lengua o profesión religiosa, un lugar de encuentro y diversidad.” (Consejo Pontificio de cultura)
He tropezado con este texto de casualidad. Y hay dos cosas que me han extrañado:
La primera es que el pueblo de Israel, tan autoidentificado como pueblo elegido, tan encorsetado en temas de raza, de pueblo, de ley y de religión, abriera las puertas de su lugar más sagrado a un espacio de diálogo y de convivencia.
La segunda es que esta figura y este espíritu tengan alguna presencia en la iglesia católica actual. Y más que desde el Vaticano se haya impulsado esta figura, como parte del Consejo Pontificio de Cultura. Se puede ver más en: http://www.cultura.va/content/cultura/es/dipartimenti/ateismo-e-non-credenza.html
He seguido buceando en internet y he encontrado, como siempre, muchas cosas. Me han llamado la atención tres páginas, todas bien confesionales:
Una de los dominicos: http://www.atriodelosgentiles.es/atrio-de-los-gentiles
Otra de los jesuitas: https://pastoralsj.org/creer/1018-el-atrio-de-los-gentiles
Y finalmente una de la sección juvenil de los salesianos: http://www.pastoraljuvenil.es/el-atrio-de-los-gentiles-2/.
De esta última tomo el siguiente párrafo:
“En el Atrio de los Gentiles flota el anhelo de la espiritualidad. Gentes de diversas clases y condiciones transitan por él con la mirada puesta en este ideal ampliamente presentido. Algunas de estas personas abandonaron la práctica religiosa, otras permanecen en ella, las hay que nunca la tuvieron… El gran deseo de espiritualidad de este grupo se manifiesta de formas muy diversas:
– Unas personas perciben la espiritualidad como una fuerza interior que les ayude a afrontar la vida.
– Otras buscan una cierta paz interior para mantenerse en pie frente a los vendavales del miedo, la angustia o la incertidumbre de un mundo cambiante.
– Hay quienes anhelan entrar en contacto con el “misterio”. Es decir, con esa dimensión que se halla más allá de lo que se puede ver, oír, tocar, consumir… Buena parte de este grupo fueron personas religiosas, pero se cansaron de una Iglesia que, llevada por el racionalismo, ha intentado explicar todo, hasta “El Misterio”.
– Un numeroso grupo anhela un poco de armonía a través del contacto con la naturaleza. Ahítos del vértigo trepidante al que les somete la cultura de producción y consumo, se sumergen en una espiritualidad de corte panteísta. Añoran estar en unión, y casi diluirse, con el universo natural del que forman parte.
– Gran parte de estas gentes suspiran por una espiritualidad “terapéutica” que sane y recomponga su núcleo personal, fragmentado por una cultura que ignora que la persona es un ecosistema.”
Seguramente nos sentimos más identificadas o identificados con alguna de estas posiciones, sobre todo con quienes “fueron personas religiosas” o con quienes no acaban de conciliar su adhesión a Jesús con la imagen de Dios y la cosmovisión que alumbran en su interior a la luz de los nuevos paradigmas de la historia.
Y todo esto ¿a qué viene? Porque sentimos que en la iglesia navarra el atrio de los gentiles no existe o está cerrado, no se sabe si por vacaciones o por “obras” permanentes. Así que no hay medias tintas: o eres o no eres.
Y no penséis que ello ocurre, en mi opinión, solamente a nivel de los órganos diocesanos, sino también a nivel de lo que podríamos llamar la iglesia más moderna, que se supone más cercana al mundo, es decir, de los pocos focos, no integristas o fundamentalistas, que promueven una lectura más serie de la fe.
Unos y otros no dialogan y cierran sus puertas a todo lo que les huele a espiritualidad heterodoxa, a no-dualidad, a saltarse las líneas rojas o los mínimos de la fe. A orientalismo, dicen otros.
Hay que defenderse, calculan.
Lo que más me duele personalmente es que ocurre algo muy parecido, salvando las distancias, ojo, en la iglesia de base: comunidades de base, por ejemplo.
¿No se están perdiendo algo? ¿No nos estamos perdiendo todas y todos algo?
Resumiendo: estoy dando todas estas vueltas porque eso del Atrio de los Gentiles primero me ha extrañado y segundo porque me gustaría que existiese por Navarra.
He vivido, como muchas otras personas, una biografía unida a la iglesia y también, esos últimos años, una espiritualidad menos, o muy poco, religiosa. Y me gustaría poder hablarlo.
En el Atrio de los Gentiles, si es que los que controlan el Templo pierden el miedo y se deciden a inaugurarlo. Seamos o no circuncisos.
Jon Ander