Hay una milenaria leyenda oriental, que habla de un hilo rojo invisible que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias.
El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar pero nunca romper.
Este cuento me llegó a través de la idea de una amiga muy creativa que intentaba dar conexión a las ideas de una exposición que tenía entre manos, y me pareció curiosa.
Pero sin más.
Y lo dejé de lado.
Lo olvidé.
Hasta el otro día, que ¡casualmente!, haciendo una meditación guiada volvió a aparecer de manera sorpresiva. La meditación iba llevándome o invitándome a una conexión con los demás; en un momento invitaba a extender un hilo rojo invisible a la persona que tuviera a mi derecha.
¡Sorpresa! Era una meditación para grupo. No lo sabía. Y la paré por unos minutos.
Mi mente, que se espabila enseguida, puso la idea de que a mi derecha solo estaban la mesilla y la pared. Y que era un poco absurdo seguir con esa meditación. Y como la vida está llena de absurdos, volví a darle al play y dejar que las palabras resonasen de nuevo.
De alguna forma permití que lo absurdo me guiase. Porque creo que es la única forma que tengo de sentirme diferente de mi mente, de verla como una herramienta pero que no me dirija.
Esto la descolocó. Pero se acalló. Y seguí escuchando aquella invitación a extender un hilo.
Volví a centrar mi atención en mi respiración pausada y escuché cómo el señor seguía hablando e invitaba ahora a acoger un hilo invisible rojo que llega de nuestra izquierda. Y la sorpresa llegó con una ligera caricia del hilo, con esa sensación de estar acogiendo un hilo en mi corazón. Y se dibujó una sonrisa en mi cara y esta se relajó.
Pocas veces me he sentido conectada con eso de ser más, eso de la unidad… esas palabras tan grandes, que me hacen sentir chiquita y de las que me siento lejos porque solo las percibo como palabras huecas y sin vivencia personal.
Pero sentir la caricia de ese hilo, me hizo sentirme ¿en plenitud? ¿Unidad?
Fue curioso.
Y es una gozada descubrir que el silencio no deja de hacerme guiños que me conducen a vivir lo especial cuando dejo de pelear con las ideas…
Simone