No conocíamos a Andrés Ibáñez. De sí mismo, afirma en su blog:
“Madrid, 1961. Escritor. Estudió Filología Española en la Universidad Autónoma de Madrid y piano en el conservatorio. Fue pianista de jazz y profesor de español. Vivió en Nueva York durante unos cuantos años y en la actualidad reside en Madrid con su mujer y sus dos hijos. Ha sido además crítico de música clásica del diario ABC, en cuyo suplemento cultural escribe desde hace varios años su columna Comunicados de la tortuga celeste.”
Ha publicado unas doce obras entre novelas, cuentos y teatro. Este mes de enero acaba de salir a la luz “Construir un alma. Manual de meditación para el siglo XXI”.
Nosotros acudimos a la conferencia por su título: “La meditación como antídoto de la soledad”.
De la soledad habló poco, muy poco. Pero nos contó en trazos fuertes su camino espiritual, que es su vida, mitad insatisfecha, mitad aventurera.
Tras una primera época en Madrid, toma conciencia de que lo tenía todo y no era feliz. Así que decide, junto con su pareja, ir a la India a la que llama el centro femenino del mundo. Allí no pasó nada pero cambió todo.
Según nos dijo, una extraña fuerza le llevó a Nueva York donde permaneció siete años. Allí contactó con Dharma Mittra, su maestro, con quien trabajó diariamente durante cinco años. Comenzó a meditar e inició su camino de exploración y comprensión. Posteriormente se acerca al Cuarto Camino y al chamanismo que puede vivir en Méjico donde, nos dice, se le rompió el mundo.
Finalizando el relato le brotaron muchos conceptos, muchos titulares: Todo es energía. La consciencia es algo independiente del cuerpo, del cerebro. El alma no está en el cuerpo. Es el cuerpo el que está en el alma. El mar de la consciencia es algo transpersonal…
Otras afirmaciones se nos hicieron más duras, más lejanas.
Pero su vida se nos hizo muy atractiva y sus ideas abren nuevos interrogantes. Estamos, con seguridad, en caminos diversos pero cómo se nos abre la comprensión, el corazón, tratando siempre de conocer la realidad y el fondo del ser que a todos nos es común.
Cuando le preguntaron por la soledad afirmó que no sabía qué decir, que llevaba días pensándolo pero no le brotaba nada. Nos dijo, apuntad, que “la soledad se supera cuando se ama aunque no se sea amado”. La frase valió una conferencia.
Andrés nos habló de su libro “Construir un alma”, la suya. Y nos provocó, cuando menos, ternura y humanidad.
En algún momento apuntamos: “Nuestra verdadera vida todavía no ha comenzado. Estamos siempre esperando, preguntándonos llenos de angustia cuándo sucederá algo por fin”.
Vamos, que compramos el libro.
Aquí tenéis el enlace al vídeo de su charla: