Muchas historias complejas en espacios pequeños. Esto es lo que son estos blogs. Historias complejas que intentan expresar experiencias que van más allá de la razón.
Escribir me ayuda a poner orden entre las ideas nuevas y antiguas, me ayuda a comprender lo que se esconde detrás de tantas palabras.
Escribir es buscar, es abrirme a lo invisible y dejar que me atraviese y se concrete en expresiones más o menos conocidas. No busco que sea bonito. Busco que exprese y que tire de los hilos invisibles por los que la comprensión va abriéndose camino por los recovecos más sorprendentes.
Por eso escribo. Por eso me paro ante una hoja en blanco. Por eso callo mi mente y mi corazón y dejo que el silencio me susurre, o me inspire, o me retire los velos que a veces me ciegan.
No solo escribo porque me gusta, sino porque me ayuda a transformar mis resistencias, que son muchas y de lo más variadas, en lenguaje. A menudo subestimamos las palabras. Yo lo hago. Y minimizo lo que dicen, y lo que esconden en el fondo…
Toda palabra tiene más de un sentido. Y una sola de ellas puede cambiarlo todo…
Mi mayor problema es que a veces tengo la sensación de haber oído algo que me revuelve hasta la medula. Y esto es señal inequívoca de que algo me está tocando; me alerta de que algo me está pasando desapercibido y es importante. Realmente importante y necesario. Y mis neuronas se vuelven locas y no saben dónde buscar, hacen esfuerzos por ahondar en una memoria a veces precaria, a veces llena a rebosar de datos, de detalles, en apariencia sin conexión alguna. Pero la señal de alerta tintinea en un rincón con un suave zumbido. ¡Dichoso zumbido!
Algo tonto, inconexo seguro, pero no consigo dar con él. Y a veces se vuelve obsesión. Y a veces me olvido, pero siempre vuelve de nuevo, sin violencia, suavemente, una y otra vez.
Pero el camino de acceso a lo invisible, a ese hilo que me va zarandeado, a lo que me toca por dentro, a ese origen o esa palabra que pasa desapercibida, no es otro que dejar que hablen los ecos, dejar que mis interrogantes floten libremente, pero…
Quizá pronuncio muy pocos interrogantes; a veces porque dejo que las cosas surjan por generación espontánea. Quizá tan solo temo las respuestas, porque una pregunta nunca deja indiferente. ¡Dichoso miedo!
Pero el silencio y la quietud ponen en contacto lo invisible, retiran el velo, de forma efímera, y ponen a mi alcance esa palabra, esa primera palabra que descubre una experiencia de la que tirar despacio para dejar que se haga visible esa parte del misterio que me dice quién soy.
Por eso escribo, para buscar, para encontrar, para ponerme a tiro y dejar que lo invisible y el silencio se hagan presentes atravesando mis manos en palabras que no buscan ser bonitas.
Simone