Jacques Maritain puso en contacto a Simone Weil con el dominico Jean
Couturier, a quien visita en Nueva York en 1942. Poco después le escribe
esta carta en la que le solicita un claro dictamen: «Voy a enumerarle cierto
número de pensamientos que habitan en mí desde hace años (o al menos
algunos) […] Le pido una respuesta firme sobre la compatibilidad o
incompatibilidad de cada una de estas opiniones con la pertenencia a la
Iglesia».