Nota previa: Esta parábola se me ocurrió a mí cuando mi mente estaba enfrascada en sus pensamientos y, al cabo de un rato, mi Conciencia “se dio cuenta” y dijo:
– ¡Basta mente! ¡Basta de parloteos inútiles, silencio! ¡Aquí mando yo!
Y volví a poner la atención a mi respiración.
Entonces y poco a poco, se me ocurrió está parábola para quien quiera leerla, aunque no es apta a los menores de 8 años. (Fin de la nota previa.)
LA PARÁBOLA
Los filósofos nos han llamado a todos los humanos “el homo sapiens”, que quiere decir el viviente que “se da cuenta de que existe”.
Yo voy a contar una parábola (un relato imaginativo) sobre el “Homo” y la “Dona” sapiens, ya que somos hombres y mujeres.
A los “Homos y Donas sapiens” los voy a comparar con unas viviendas o casitas de dos pisos. En estas viviendas que somos, viven tres seres -por llamarlos así- que son:
- la Señora Conciencia Universal, que vive en el piso superior,
- la criada de la señora, Doña Mente, y
- su hijo Ego.
Ahora voy a presentar a cada uno de estos tres:
La Señora Conciencia: es la Dueña de todas las viviendas. Es una Señora misteriosa, muy misteriosa. Nadie la puede ver ni conocer ni saber qué es, pero todos sabemos que existe y que vive absolutamente en todo. Lo sabemos porque la “sentimos”. ¿Cuándo la sentimos? Cuando “nos damos cuenta” de las cosas; entonces sabemos que vive en nosotros/as y de un modo especial en todas las viviendas Homo y Dona sapiens.
Esta Señora es Inteligentísima, la suma Inteligencia; lo sabe todo, está al corriente de todo, nada se le oculta. Tiene una sabiduría tan tan grande que se puede decir que es infinita. Y tiene una Bondad y un Amor tan grandes que no tienen fin. Continuamente está sacando de sí misma cosas nuevas: estrellas, planetas, mundos, etc. etc. Bueno, es Algo que todos desearíamos conocer, pero no podemos si no es abriéndole nuestra casa para que sea Ella la Dueña y Señora; entonces la podemos “sentir”, incluso escuchar lo que nos dice muy bajito, allá en lo alto del piso superior.
Sigamos con la presentación de los demás habitantes de nuestra casa:
La criada Doña Mente: Vive en la planta baja de nuestra casa Homo o Dona sapiens. Y en cada casa hay una criada distinta, o sea, que tantas casas como tantas Doñas Mente diferentes porque así lo ha dispuesto la Dueña de todo, la Señora Conciencia.
Doña Mente, en principio, es la que sirve a la Señora Conciencia, pero resulta que, en la mayoría de las viviendas de nuestro mundo hoy día, las doñas Mentes se hacen como las dueñas de la casa porque tienen a su Señora encerrada en el piso superior con una puerta donde pone: “inconsciencia”, o sea, que no se puede abrir… Entonces Doña Mente da pierna suelta a sus actividades: pensamientos, sentimientos, emociones, juicios, interpretaciones etc. etc. sobre lo que ocurre fuera y dentro de su casa. A veces el alboroto es muy grande y la suciedad empieza a entrar en la casa de tanto lío como arma Doña Mente.
En otras casitas, sea de Homos o de Donas sapiens, no hay tanto jaleo; sus criadas Mentes son más maduras y están más en sintonía con la dueña de la casa. Pero de esto ya hablaremos más tarde.
El Ego: Es el hijo de Doña Mente. Es un chico fuerte, fantasioso, bastante egoísta (por eso se llama Ego), que cuando la casa es pequeña también él es muy pequeño pero muy ambicioso. Se cree el centro del mundo y que todo gira a su alrededor. Si las cosas no le van bien echa la culpa a los demás. Lo quiere todo a su medida y se inventa que es el mejor, que todo lo hace bien y que nadie le corrija de nada.
Pero cuando la vivienda está empezando su vida, Ego es muy necesario porque tiene que tener fuerza y juventud para construirla y que sea una buena casa, con personalidad fuerte.
Así que hay que tolerarlo y dejarlo crecer. Más tarde ya será otra cosa…
…………………………………………………………………………………..
Hecha ya la presentación de estos habitantes de nuestras viviendas Homo y Dona sapiens, vamos a contar qué suele pasar dentro de ellas ordinariamente:
Por ejemplo, entremos en una de estas casas. Nos abre Doña Mente. La mujer está atareadísima y de mal humor luchando con sus pensamientos, emociones y sentimientos que no la dejan descansar. Es una buena mujer, pero muy loca; no sabe controlarse y le da vueltas y vueltas a las cosas. Ahora nos cuenta que en otra casa han hablado mal de ella, dicen que su casa está sucia y desordenada y que hay mucho ruido. ¡Claro que hay ruido! ¡Si casi no la oímos hablar!…
Así estamos, algo mareados por el ambiente, cuando de repente la puerta de la “Inconsciencia” se abre y la Señora Conciencia se asoma en lo alto de la escalera y dice:
– ¡Doña Mente, basta ya de parloteo y de agitación! ¡Calla de una vez y olvídalo todo, ¿has oído?! ¡Que aquí mando yo!
– Así que silencio y haz el favor de poner la casa en orden y las cosas en su sitio y quédate quieta, que quiero dar un paseo y necesito que me acompañes. ¿De acuerdo?
– Y tú ¡Ego de mis pesares! ¿Qué voy a hacer contigo? No haces más que poner nerviosa a tu madre y contarle sandeces. ¡Vuelve a tu trabajo y déjanos tranquilos!
Vemos que en la casa cesa el jaleo, aunque al poco rato vuelve doña Mente a revolverse en sus pensamientos y emociones; pero mientras la puerta de la Inconsciencia esté abierta, sabe que su Señora Conciencia la oye y vuelve a cerrar la boca.
Esto es lo que suele pasar en muchas casas de Homos y Donas sapiens. Pero hay otras casas donde todo es distinto. Por ejemplo, en ésta de aquí:
Es una casa muy bonita con un jardín precioso, no muy grande pero muy bien cuidado, y con flores silvestres y árboles frutales. Entramos.
– ¿Se puede?
La puerta está abierta casi siempre. Nos recibe una Doña Mente de rostro inteligente y mirada bondadosa.
– Adelante, pasen pasen ¿Quieren tomar algo? Siéntense por favor.
Tomamos asiento y miramos a nuestro alrededor. Todo está en orden, se oye una música suave y armoniosa, las ventanas abiertas dejan entrar una luz agradable.
– ¡Qué bien se está en esta casa! -pensamos-. Y empieza una conversación.
Doña Mente nos pregunta, nosotros le contamos cosas y ella nos escucha atenta y con interés. En un momento alzamos la vista hacia arriba y observamos a la Señora Conciencia asomada a la barandilla de la escalera mirándonos sonriente. Nos saluda con la mano muy amable. Después va bajando despacito hasta nosotros y se sienta para formar parte de la conversación. Se ve a la legua que la Señora y su criada se entienden muy bien y están muy unidas. Doña Mente no le quita el ojo a la Señora Conciencia, que la escucha con agrado.
– ¿Y tu hijo Ego, Doña Mente? ¿Está bien? -le preguntamos-.
– Sí, está bien. Ahora está en su cuarto estudiando porque se tiene que formar y crecer en madurez; por eso no baja. Además, si ve a la Señora Conciencia no se atreve a venir; la Señora Conciencia lo conoce muy bien…
Después de un rato nos despedimos.
Por el camino nos damos cuenta de que en nuestro mundo las viviendas Homo y Dona sapiens son muy diferentes. La mayoría no saben quién es la Señora Conciencia, porque sus criadas Mente y sus hijos Ego viven distraídos con las cosas elementales de la vida: comida, vestidos, compras, entretenimientos, viajes, amigos etc. Sus casas están siempre llenas de pensamientos y comentarios sobre lo que pasa o viendo la tele con las noticias o también concentrados en sus teléfonos y whatsapps, muy distraídos.
El piso de arriba lo tienen con la puerta “Inconsciencia” cerrada y la pobre Señora Conciencia bien dormida dentro sin poder salir…
En cambio, otras viviendas, como la segunda que visitamos, son preciosas por fuera y por dentro, sobre todo por dentro. Sus criadas Mente son reflexivas, honestas y ponderadas. Se interesan por todo lo importante del mundo, especialmente sus cambios profundos.
Sus hijos Ego se vuelven muy discretos y silenciosos, ya no estorban ni se meten con nadie, se quedan en su sitio calladitos. Han madurado. Es que las casas Homo sapiens y Dona sapiens van cambiando con el tiempo y se van perfeccionando.
La Señora Conciencia, la Dueña de todas las casas, poco a poco va abriendo la puerta de la Inconsciencia y enseña a sus criadas Mentes y Egos cómo tienen que ser y cómo hacer para limpiar la casa de pensamientos negativos y superficiales, de manera que el silencio y la tranquilidad reinen cada vez más tiempo en todas las habitaciones.
Esta educación de la Señora Conciencia se va extendiendo por todas partes y cada vez son más las casas con criadas Mentes “sabias” e inteligentes que le hacen caso y se vuelven en lugares de paz y bienestar, abiertas a los que quieran venir a verlas.
Llegará un día en que nuestro mundo será el Reino de la Señora Conciencia Universal y todas las viviendas Homo y Dona sapiens serán de tal manera que los filósofos tendrán que cambiarles el nombre y llamarlas Homo y Dona “Lúcidus” o también Homo y Dona “Amans”, porque será una humanidad llena de sabiduría y amor.
Fin de la parábola
Paz Rosales V.Q.