Una cosa es ver y otra mirar. Para ver solo hay que abrir los ojos. Mirar es fácil, es como ver pero poniendo un poco de atención.
Contemplar es lo difícil, lo complicado; lo que parece que no termino de aprender.
Llegar a descubrir que para contemplar nada es necesario, que todo es prescindible, es un largo viaje. Como un viaje en tren con diferentes estaciones. Llegar a cada una llegas casi de sopetón, sin previo aviso… Pero nunca sabes cuándo vuelves a ponerte en marcha; por eso estoy descubriendo la necesidad de aprender a aprovechar cada momento.
Empecé este viaje hace tiempo. Creo que aún estoy lejos de llegar a destino. Empecé buscando, sin tener ni mapa ni pistas ni ideas claras. Empecé mirando, pero la intuición me decía que había que ir más allá y empecé a escuchar en silencio. A mí me ayudaba al principio mirar las nubes o un paisaje; y se me hacía complicado contemplar una lectura, buscar ese fondo de las letras, dejar que el sentido profundo de las palabras calase en mí.
Siempre me parecía que la mente no dejaba de ser protagonista y que no callaba.
Se mantuvo siempre ese runrún de ir más allá de la mirada. Pero no entendía nada y, para ser sincera, no terminaba de fiarme de mis intuiciones.
No pasaba nada; era como si nunca llegase a ningún sitio, como si no hubiera estaciones en las que poder tomar un respiro. Y una se desanima y se siente torpe, muy torpe. Y la mirada que creía tan segura se volvió tímida, como si no tuviera apoyo alguno… Y todo empezó a cambiar, de forma muy sutil, despacio…
Quizá aquello de mirar más allá de la mirada… empezaba por dejar los seguros atrás.
Y empecé a mirar más allá, en silencio, un poco cada vez, como si buscase aquello que pasaba desapercibido, siempre desapercibido. Y en este nuevo mirar aprendí a verme a mí y me pareció una locura. Un estropear el paisaje. Pero el runrún solo se oía si me veía. Repito, una locura. Y se amplió mi mirada, los paisajes dejaron de tener marcos referenciales y todo cuanto estaba era visible, todo era mirado.
Creía que no habría nada mejor.
¡Menudo subidón!
Consciente de la belleza más allá de prejuicios y estereotipos.
¡Una gozada!
Ya no me importaba si eran palabras o nubes. Mi mente se callaba y el silencio lo llenaba todo. Y solo quedaba estar quieta, serena…
Pero pronto me descubrí de viaje de nuevo… vuelta a la inseguridad. A seguir mirando más allá… y a dejar que la sorpresa me alcanzase. Ya no me daba miedo ni me ponía nerviosa. Solo tocaba esperar… Porque todo pasa, escampa, siempre escampa tras la tormenta.
Cada viaje es a oscuras, y no caben ni las trampas ni los atajos. Solo esperar y mirar, mirar siempre un poco más allá.
Mi última estación, de momento, fue descubrir que todo es prescindible: el paisaje, las palabras, incluso que yo puedo cerrar los ojos y que todo permanece… Que contemplar es ir más allá, siempre más allá; es como descubrir que ni yo soy necesaria para contemplar.
Suena a locura. Pero solo si lo pienso.
Si lo vivo es como entrar en contacto con otra vibración diferente.
Hoy sigo de viaje, a oscuras, entre túneles, entre estación y estación, en silencio… Y sigo esperando la sorpresa, aunque solo sea en forma de chispa.
Simone