De forma implacable, el autor desmonta la mentalidad mágica. Es decir, esa concepción religiosa arcaica que defiende un dios intervencionista, celoso controlador del cosmos y de cada ser humano hasta en sus menores detalles.
Esta concepción mágica ha formado parte de todas las culturas humanas durante milenios. El propio Jesús de Nazaret y otros muchos líderes religiosos participaban de esta mentalidad, como no podía ser de otro modo y como reconoce el autor.
Aún así, Jesús de Nazaret se desmarca sorpresivamente de los parámetros religiosos tradicionales, porque el lugar específico para encontrar a Dios no es el culto ni el templo ni los ritos sino cada ser humano y, como criterio definitivo, quien necesita nuestra ayuda.
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