En los mismos años en que al sexo femenino le estaba prohibido enseñar en público, de
palabra o por escrito, a menos que su instrucción hubiera sido cuidadosamente examinada, una
mujer, encerrada en una celda adjunta a la iglesia de Saint Julian (Norwich, Inglaterra), se
dedicó a escribir uno de los libros más fascinantes de los últimos siglos. No le puso ningún
título, de ahí que haya llegado hasta nosotros simplemente como A book of Showings to the
Ancboress Julian of Norwich