Compilación de cinco sesiones de Nazareth que, aunque no diga nada muy novedoso, lo cuenta muy bonito, y no está mal que nos recuerde una y otra vez lo importante que es poder controlar nuestra respiración con el anclaje al presente que eso supone. Tan sencillo y complicado a la vez.
A través de la neurociencia, la filosofía y la experiencia humana, Nazareth nos recuerda que entender nuestra mente y nuestro cuerpo es también aprender a vivir.
Destacamos:
Saborear la vida.
El conocimiento debe de tocar el corazón, hay que volver a unir la ciencia y la humanidad. ¿Para qué sirve el conocimiento si no nos lleva a vivir mejor?
– Meditar no es dejar la mente en blanco, es ser consciente de lo que pasa por ella, y no huir. Observar con curiosidad, con ternura, como si te asomaras al interior de alguien a quien estás conociendo. Y en ese punto el cerebro cambia, ya que observarse a uno mismo modifica lo que se observa.
Vivir tu propia mente como si fuera un poema inédito. Si te estás observando con amabilidad, estás meditando bien.
Pensar no es suficiente si no se siente; el conocimiento sin conciencia no transforma; el verdadero aprendizaje empieza cuando te atreves a mirarte como quien descubre un territorio nuevo.
– La respiración no es solo aire, es puente, es guía, es medicina natural que habita en cada persona. Y lo más bello es que siempre está disponible.
La respiración cambia el estado emocional, regula el sistema nervioso, las ondas cerebrales se equilibran y la mente baja el volumen.
Observar, no desde el juicio, no desde la exigencia sino desde una presencia amable, una mirada que se posa sobre lo que sucede sin querer cambiarlo.
La transformación no empieza en la mente, empieza en el cuerpo, en cómo respiramos.
– Donde pones la atención pones tu energía. Cada instante de atención es una transformación. La conciencia no es un estado elevado, no es una meta lejana, es un modo de estar, una manera de mirar, una presencia que te ancla al momento que estás viviendo.
No estamos condenados a reaccionar siempre igual. Se puede entrenar el espacio entre lo que ocurre y lo que hacemos con ello, ese espacio se llama conciencia y el cuerpo es la mejor forma de abrirlo, respirando lento cuando algo te altera.
– Cuando abrimos los ojos creemos ver el mundo tal cual es, pero la neurociencia lo deja claro: lo que ves no es el mundo, es la interpretación que hace tu cerebro, como si fuese un pintor que recrea lo que estás viendo. Pero… ¿y si ese pintor está cansado, o está condicionado por el pasado?… El pensamiento no siempre es confiable. Tu cerebro puede ser un cristal o un velo.
– Hoy sabemos que el cerebro no es rígido, que cambia. Al atenderte te estás transformando físicamente, estás esculpiendo tu mapa neuronal. Lo que no atiendes se apaga.
El presente no siempre es cómodo, pero es el único lugar donde puedes transformarte. No necesitas entenderlo todo.
El cuerpo no sólo siente, también te orienta, te susurra.