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GRATITUD (Simone)

Desde hace miles y miles de años, hasta remontarnos a los albores de la humanidad, se ha predicado y practicado el poder de la gratitud…

Desde los aborígenes australianos hasta los masáis y zulúes africanos, desde los nativos americanos navajos, shawnees y cheroquis hasta los tahitianos, esquimales y maoríes…

En todas las grandes religiones como el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el budismo, el hinduismo…

En cada una de las expresiones de espiritualidad dual o no-dual, en cada una de las aproximaciones de cada civilización y cultura a lo trascendente, al misterio…

La práctica de la gratitud es uno de los grandes retos. Ha tenido y tiene una importancia capital. Ha sido una de las grandes tareas de cada tiempo: transmitir, extender e impregnar a cada pueblo y a cada gente la fuerza de la gratitud.

Un estudio reciente dice que la gratitud es una cualidad que favorece la red neuronal del cerebro que estimula la sensación de satisfacción, plenitud y calma.

Dar gracias nos supone estar atentas y atentos a todo cuanto nos rodea; es hacer cada día especial y diferente; es abandonar la queja constante para mirar la vida como algo completo y no desde la carencia; es mantener cada día una mirada que afirma constantemente que todo está bien.

Dar gracias nos conecta con el presente, con el aquí y el ahora, con el momento presente, único instante que existe más allá de una concepción del tiempo que nos marca un antes y un después.

Dar gracias nos conecta con el privilegio de respirar, de ese insuflarnos vida de forma constante a cada poco y que tantas veces nos pasa desapercibido… y nos extasiamos con la belleza que nos rodea sin percatarnos que el latido de la vida está tan cerca, tan sumamente cerca de nosotras y nosotros mismos.

Dar gracias despierta nuestra generosidad y nuestra solidaridad; nos hace salir constantemente de nuestra zona de confort y estar atentas y atentos.

Dar las gracias a alguien es reconocer su aportación a la vida, a que las cosas marchen; y es reconocer nuestra debilidad y que no podemos con todo, pero es reconocerlo desde la aceptación y no desde la resignación.

Dar gracias nos abre el horizonte, como lo han expresado grandes maestros de todos los tiempos:

Mahoma dijo que la gratitud, por la abundancia que recibimos, es la mejor garantía de que la abundancia proseguirá.

Buda dijo que no tenemos razón alguna para ninguna otra cosa que no sea el agradecimiento y la felicidad.

Lao Tse dijo que si te alegras por cómo son las cosas, el mundo te pertenecerá.

El rey David habló de dar las gracias al mundo entero por todo lo que existe entre los cielos y la tierra.

Jesús decía gracias antes de realizar cada milagro.

Nos pueden gustar unas expresiones más que otras, nos podemos sentir más cerca de unos maestros que de otros, podemos hacer nuestras unas expresiones más que otras… pero lo único necesario es hacer la experiencia de sentir en nosotras y en nosotros los efectos de vivir dando las gracias, de forma atenta, y darnos cuenta de cómo va cambiando nuestro corazón, nuestra manera de mirar, nuestra manera de estar y nuestra manera de trabajar; ese dejarnos hacer, no tanto por la palabra gracias que podemos pronunciar sino por activar de forma práctica esta cualidad de la gratitud.

Cualidad que poseemos pero no dominamos, cualidad que nos habita… pero que a veces es desconocida o poco conocida. Y es empezar por lo pequeño de cada día… por ese aire que nos sustenta en cada respiración, por la lluvia que refresca una jornada de calor…

Y termino con las palabras de un líder nativo americano, un tal Tecumseh (1768-1813), que nos recomienda cómo poner en marcha nuestra cualidad, el poder del agradecimiento:

“Cuando te levantes por la mañana, da las gracias por la luz matinal, por tu vida y por la fuerza. Da gracias por tus alimentos y por la alegría de vivir. Si no ves razón para dar gracias, el fallo está en ti.”   

Simone