Simplemente… ¡Déjala caer!
Cuando era pequeña y llovía, algunas veces mi abuelo se acercaba a la ventana por la que miraba la calle prohibida y me decía que la dejara caer, ¡solo déjala caer!
No entendía nada.
No había nada que hacer.
No había alternativas.
No quedaba otra que esperar a que pasase, y sobre todo no quedaba más que aguantarse.
Ha pasado mucho tiempo. Y este eco, este recuerdo, ha vuelto a sonar de nuevo dentro de mí. No son palabras pronunciadas, de eso soy consciente. Pero suenan desde el silencio. No solo suenan en los días de lluvia o nublados o tristes; tampoco solo en estos días de confinamiento; también oigo estos ecos en momentos en los que alguien abusa o cuando no puedo hacer nada para que cambie una situación o no puedo decir nada para evitarla… Solo déjala caer, como la lluvia en días nublados.
Pero no es un simple dejar caer.
Dejar caer significa también no quejarse, no protestar, no refunfuñar por las esquinas. Dejar caer, sin resistirme, sin desear estar en otro sitio, sin huir con mi imaginación a días soleados en total libertad, sin mascarillas ni guantes de goma en mis manos… ¡Simplemente dejarla caer!
Sin arrugar el ceño, sin una mínima gota de enojo en los ojos, sin la más mínima crispación entre los dedos, sin esas ganas locas de abofetear a alguien o de patear piedras muertas, aparentemente muertas.
Sin gritos ni dramas, sin aspavientos, sin juramentos, sin etiquetas ni juicios, sin censuras.
Solo dejar caer.
Mansamente, despacio… Consciente. En silencio.
Sabiendo que es lo bueno, lo mejor en ese momento. Que es el momento, el lugar oportuno. Es lo que es.
Y solo dejarla caer… Como lluvia que calma la sed, que cala hasta lo profundo, que apacigua el calor, que hiela hasta los huesos, como rocío justo antes del amanecer…
Solo dejarla caer.
Simplemente, dejarla caer… Aunque algunos días me parezca complicado y las dificultades se dupliquen y me resista… me resista mucho, solo tengo que dejarla caer, simplemente dejarla caer… En silencio.
Simone