Es de buen nacido ser agradecido, o eso dicen.
También dicen que cuantas más veces des las gracias más cosas descubres a lo largo del día para poder seguir pronunciando la palabra gracias.
Es una energía que empodera, que levanta, que mueve montañas, que eleva la mirada y la afina, que capacita para ver lo pequeño y que deja pasar lo ostentoso.
Es solvente y sostiene. Diluye la queja, atrae la abundancia, nos abre una y mil veces a la posibilidad de la alegría sin objeto ni objetivo. Es como la sonrisa… que predispone. Sonríe y veras cuánto te cuesta enfadarte.
Es como una caricia, es un gesto que no abaja y nos iguala.
Es una palabra que nos acerca y nunca aleja. Que se dice en las distancias cortas y en las largas sin sensación de separación. Quizás es la antesala de la felicidad, porque enfocas tu mirada y tu persona a lo sencillo, a lo sublime, al detalle, al reconocimiento.
Decir hoy gracias, que las cosas fueron como fueron y que nuestra percepción fue de día negro, es reconocer que cada instante fue perfecto.
Cuando una se despierta, por la mañana, y la primera palabra que le viene, aunque sea en la alarma del despertador, es un gracias… a una se le dibuja una sonrisa en la cara… por mucho que tu mente hable de sueño. Y lo digo por experiencia.
Cuando te pones bajo la ducha en un día de calor o bebes un vaso de agua fresca; o recibes un abrazo inesperado que te calienta y te anima, te infunde valor; o cuando tu das un abrazo a esa persona que no lo espera y la sorprendes, pero en el fondo estaba deseándolo… todo tu cuerpo susurra y grita gracias con mil gestos.
En los instantes de silencio no buscados pero encontrados, nuestra alma suspira con un gracias, casi susurrado y recitado.
Cantar, bailar, escribir, expresar, tocar, guardar silencio, mantener la calma, sonreír… es abrirse a la posibilidad de hablar de gratitud en todos los idiomas que nuestro cuerpo sabe y nuestra mente desconoce, pero la sorprende.
Los ojos que miran hablan de gratitud. Prueba a sentarte en un banco y, simplemente, mira a cuantos se acercan y se alejan, ensimismados en sus cosas, del lugar que ocupas. Si sonríes y pones detrás la palabra gracias, ves a las personas. Mirar la belleza de un paisaje, no solo a través de una ventana sino descubriendo que empieza la belleza desde ti, dibuja sonrisas en una misma. Y no es locura sonreír cuando una está sola, es reconocerse en la abundancia de la gratitud.
Y solo la atención pone consciencia y luz… Y todo está bien. Y solo queda respirar y saberse sostenida
Gracias.
Sonia Goyeneche