Aprender a acariciar el aire. Ser consciente de que en cada movimiento, por mínimo que sea estamos atravesando el aire que nos envuelve… que es vida que inspiramos
Acariciar el aire.
Aprender de la suavidad y de la ternura, de rozar y tocar constantemente, incluso cuando permanecemos quietas, ese mismo aire que es vida en cada respiración.
Todas somos tejidas en silencio como pequeños anhelos y deseos de una vida plena y diferente.
La vida nunca deja de tejernos mientras nuestros cuerpos aprenden a gatear, a caminar, a correr, a sostenerse… aprendizaje que dura toda una vida, que sólo acaba con el último suspiro
La vida es ese “algo” que respira en nosotras, que late en nosotras, que suspira, que sueña, que duerme y se despierta, que siempre nos alcanza por mucho que corramos o nos escondamos, que nos enseña sin maña ni instrucciones ni grandes esquemas.
Es ese “algo” que en las noches oscuras permanece invisible, inasible, en silencio ante ese paso al vacío que a veces nos devora, aunque sea en pura apariencia y permanece a nuestro lado en esa caída libre por la brecha que nos succiona y nos traga…
La vida late y suspira en cada uno de nuestros movimientos.
La vida respira con cada inhalación. Entra en nuestro cuerpo en el mismo aire y acaricia cada una de nuestras células, antes de que nuestro cuerpo exhale con cada respiración.
Es ese “algo” que sostiene nuestras manos vacías cuando las miramos desde la impotencia, buscando un por qué o una solución, cuando quizás no esté en nuestras manos.
Es ese “algo” que dibuja sonrisas cuando vemos nevar o a un niño sonreír por grande que haya sido la trastada; nos contagia y dibuja a pesar de todo una sonrisa, a pesar de la lucha por mantenernos serios.
Es ese “algo”….
Ese algo que hoy me pide que no siempre, que a veces, sea consciente de que cada uno de mis movimientos, de mis pausas… es una caricia al aire en el que vivimos y nos alimenta.
Simone