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ACOSO SILENCIOSO (Isidoro Parra)

Esta llamada a los sentidos me llega en Pingyao, en 2010.

Ésta podría ser una puerta cerrada, pero, cuando la miro, la siento como la víctima de un acoso del tiempo y de las sombras.

La veo más acosada que cerrada, perdiendo ladrillos de su pórtico exterior, mirando la vida que se va.

Sólo la arena que se desparrama en su exterior me lleva a pensar que si la puerta se abriera una mañana, docenas de albañiles cubrirían los metros que se ocultan más allá de la puerta, trasladando esa tierra, tejas y otros materiales, hacia nuevos retos.

La miro y sigue cerrada. La veo acosada por esa tierra que puede estar ahí porque el sitio en que descansa no tiene valor, salvo el de servir de depósito a otras ilusiones cercanas. A nadie le preocupa dañar la madera ya vieja de estas hojas.

Ni se abre ni me habla, viste de silencio su origen vegetal y sus herrajes oxidados porque ha perdido la voz y muchos de sus recuerdos.

La acosan el tiempo, la quietud, las sombras y los elementos. También han hecho mella las prisas, la falta de atención y la profusión de alternativas.

Intento comunicarme, provocarla. Miro por las rendijas que me muestran una devastación que no ayuda a defenderse del acoso.

Imagino también el cerco de la especulación pensando que cuanto peor mejor, como pasa en nuestra tierra y en la historia que se repite, en la que a menudo intentan ganar los mismos a costa de los que siempre pierden.

En este caso, pienso más en la puerta que en las personas que han pasado por ella. Al cabo del tiempo, ella ha creado su propio ser dejando pasar a poderosos y a esclavos, casi sin verles, como quien mira un desierto.

Pingyao no se merece que una joya como ésta esté acosada, casi vencida y olvidada.

Habría que contratar heraldos que anunciasen la vuelta de esta belleza a la vida, organizar homenajes, hablar de sus bondades y hacer que su imagen despierte los sueños de los más osados.

Habría que convocar a los mejores arqueros con sus arcos y escudos, arcos para lanzar flechas de nuevas ilusiones y escudos para rechazar las piedras del duro castigo.

Al final, la belleza escapará del acoso y resurgirá como un ave Fénix para brillar como una estrella, olvidándose hasta del propio olvido.

En el recuerdo de quienes solamente la han visto y, mucho más, en el de los que la han vivido, la puerta siempre estará a salvo, ubicada en el mismo muro y dando paso a la misma casa, esa que siempre se recuerda como propia.

Isidoro Parra, septiembre 2025

Tomado de https://enigmasparaelsilencio.blogspot.com

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