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ATENTA A LAS PISTAS (Sonia Goyeneche – Simone)

A veces las cosas más insospechadas me dan las pistas para dejar de estar enredada y con sensación de estar perdida, sin ver, sin oír… atrapada en un embrollo. Una conversación con una amiga, un libro de misterio, un problema de matemáticas… cualquier cosa. Menos mal que el silencio y la atención han anidado en mí, y eso es irreversible. A pesar de mis resistencias, que son muchas, la quietud y la calma me llevan una y otra vez, casi de la mano, al punto de salida. No solucionan el problema, pero me devuelven la consciencia de la oportunidad.

No es que sea burra, ni tonta, ni ñoña… Lo que me pasa es que, de vez en vez, me dejo llevar por el pánico que siento por dentro, me dejo invadir por el miedo y vuelvo a darle permiso para que tome las riendas y me dejo abrumar por el odio que rezuma la rabia que me habita, y que es solo mía. Y entonces, sólo entonces, pierdo la perspectiva y todo me supera.

De vez en cuando se me olvida la pregunta que intento contestar. Porque esto va así. Cada una nos hacemos preguntas: largas, cortas, fáciles, complicadas… Y buscamos respuestas, a veces intensamente y a veces sólo las dejamos llegar. Y en este juego intervienen las ideas, los pensamientos, los sentimientos, las emociones… los quiero, los necesito, los deseo… O no.

Me enredo en lo que pasó, en eso que a veces duele hasta no dejar respirar a una. Y me olvido de que no soy eso, que eso me pasó. Y aunque esté incrustado en lo más profundo y duela hasta quemar, es, se puede quitar. O quizás sería más adecuado decir que se puede soltar, porque está amarrado a las entrañas… y nos ha marcado durante mucho tiempo. Y descubro, y olvido, para volver a descubrir que puedo aprender a vivir y dejar de sobrevivir a golpes de subidas o bajadas de ánimo, pendiente siempre del trato bueno o malo de los demás.

Vivir es sentir anchura por dentro y por fuera. La espesura no desaparece, ni se desenredan los embrollos, pero la espaciosidad de la vida me da la distancia y el tiempo para tener distintas perspectivas y poder dejar de ver las cosas planas o como agobio.

Cuando vivo, además de ver el agobio que está, que es, a veces descubro que puedo sonreír y suspirar, aunque sólo sea de forma tímida, pero suspirar de alivio y sonreír de esa manera que destensiona sin pretenderlo.

Aunque no sé cómo diablos se hace esto todas las veces, y me siga enredando el pánico, y siga con la sensación de perder pie, y me siga sobrepasando el dolor que tanto me paraliza.

O quizás sí.

¡Las dichosas palabras!

No basta con pronunciarlas a solas bajito, casi como un susurro; ni gritarlas muy fuerte en la cabeza con pensamientos mudos que tienden a convertirse en rumiaciones con demasiada facilidad. El reto, el reto es contárselas a alguien. Y eso, ¡eso es lo jodido!

Y las palabras unas veces formarán preguntas y otras ideas. Hay preguntas que tendrán trampas, porque no siempre nos ponemos las cosas fáciles; hay preguntas sencillas de esas que animan; hay preguntas complicadas, largas, rebuscadas, en las que realmente termino enredándome y me despisto, me entretengo; preguntas a las que no dejamos de añadir conceptos e ideas para no bajar a lo fundamental.

No importa cómo sean.

Lo que importa es que preste atención, que escuche el sentido y la profundidad, que guarde silencio y deje que éste lo abrace todo, todo, también la resistencia; y después, después ir a lo sencillo. La vida nunca complica las cosas. Eso sólo lo hacemos nosotros, los humanos, los animales inteligentes.

Y sigo jugando, cada día; todos seguimos jugando en realidad, sin dejar de cuestionarnos, buscando, siempre buscando ese centro que somos, que soy, y en el que tanto me cuesta mantenerme y que olvido con tanta facilidad.

Pero ánimo, me digo cada día.

Tengo que reconocer que la vida y el silencio, en este juego en concreto, son las reglas, el tablero y la compañía… y las que dan las pistas. Una debería ser consciente del riesgo de distraerse.

Sonia Goyeneche – Simone