¿Cuántas veces has oído que el disfrutar de la vida está en saber apreciar las pequeñas cosas, que nuestra vida está llena de pequeños, ordinarios y maravillosos momentos?
Yo lo he oído un montón de veces y hay momentos en que me lo tengo que recordar para no dejar de vivir ese día con intensidad y alegría.
Sí, lo que hace que nuestra vida sea enriquecedora y apasionante es saber amar lo ordinario, lo cotidiano que pasa en nuestro día a día:
- Porque al hacerlo convertimos eso que hasta ese momento era algo ordinario en algo extraordinario.
- Porque cada vez que lo hacemos ponemos en práctica nuestra capacidad de amar, de saborear ese momento, de disfrutar de nuestra vida.
- Porque al hacerlo nuestra intención y nuestra atención la ponemos en eso que nos está pasando justo en ese momento y lo podemos vivir plenamente.
- Porque al hacerlo entramos en contacto con lo que estamos experimentando: admiración, afecto, asombro, curiosidad, intimidad, respeto… y lo vivimos.
¿Cuántas veces has saludado con aburrimiento el nuevo día al imaginártelo igual que el anterior?
Y, al hacer esto, ¿cuántas flores te has dejado sin oler, a qué persona has dejado de besar, a qué amigo has dejado de apreciar?
William Blake, en unos versos preciosos, nos invita a ver cómo lo extraordinario puede deslizarse hasta llegar a tocar lo ordinario, nos invita a practicar nuestra capacidad de convertir nuestras “pequeñas” experiencias en un “SÍ” abierto y comprometido con nuestra vida y nuestro mundo:
Ver un Mundo en un Grano de Arena
y un Cielo en una Flor Silvestre;
tener el Infinito en la palma de tu Mano
y la Eternidad en una Hora.
Espero que estas palabras te resulten enriquecedoras y te invito a que practiques el disfrutar de los pequeños, ordinarios y maravillosos momentos que constituyen tu vida.
Belén Peñas