Empieza por poco… Abandonar un nombre tras el que esconderme.
Poner luz en las caretas que uso para difuminarme, entre perdida y escondida, en los diferentes ambientes en los que una se mueve.
Dejarse ver
Mirarse y reconocerse, como si fuera la primera vez; una a una misma y tocarse o robarse, saberte presente… como algo que ha sido de siempre.
Dejarse ver
Y mostrarte entre caricias y empujones porque la amabilidad siempre es con otros.
Dejarse ver
Sin elegir momentos previos entre el miedo y la vergüenza, de quien se sabe ocultada y protegida, agazapada tras los muros de castillos altos e infranqueables que guardan el olor de podredumbre.
Dejarse ver
Dejar que caigan las murallas, las armas de mil batallas perdidas siempre a favor de otros, las caretas que siempre ríen o siempre lloran embadurnando hasta el Alma de colores oscuros que solo camuflan en apariencia… en pura apariencia.
Dejarse ver
Como un todo incompleto, llena de agujeros oscuros insondables con grietas que afean cualquier paisaje; con la mirada perdida, sin enfoque alguno… porque en apariencia nada atrapa a una lo suficiente (nada como el sufrimiento y el dolor incomprendido).
Dejarse ver
Asomarse al mundo.
Tal y como soy, desnuda, sin harapos ni trajes de fiesta, sin arrugas, sin sueños que ni funden ni confunden.
Dejarse ver
En mitad de los propios prejuicios, liberarse de la mirada del otro que reduce, de la mirada de una misma que niega.
Abrazando.
Abrazando, en ese abrazo que es acogida guste o no.
Abrazo que es apertura a todo lo que llega, a lo que está por llegar, a todo lo que nunca volverá, a lo que se va, a lo que una no suelta con facilidad, a lo que ni puede ni quiere soltar.
Abrazo que es mirada amable a lo que una tiene de oscuro, a lo que no huele bien, a lo que huele a muerto; mirada amable que reconoce y vuelve al origen, a aquello que somos en esencia… cuando apenas éramos una sombra de vida mucho antes de nacer; mirada amable al enano y al monstruo de mis sueños; mirada amable al reflejo que se muestra en el espejo y tanto cuesta mantener la mirada fija en ello.
Mirada amable.
Abrazo que acoge.
Dejarse ver…
Y asomarse… de pie, enraizada en la quietud y el silencio que somos, con la mirada al frente porque nadie es menos que nadie, porque nadie es más que nadie.
Asomarse y dejarse ver…
Un acto de libertad y confianza en extremo, donde una tiene que repetirse palabras de promesa y compromiso.
Un acto de valor, valor para reconquistar cuanto una pierde cuando se deja gobernar por otras fuerzas que no le son propias.
Valor para volar y despegarse de mochilas y carros y carretas
Valor para mirar de frente consecuencias y secuelas de cuanto ha pasado, de cuanto se ha dejado pasar, de cuanto una jamás se permitió.
Valor para … dejarse ver.
Sonia Goyeneche