«La atención plena es la raíz de todo lo sano»
Joseph Goldstein.
Imagina un barco acercándose a puerto. De repente, se desata una tormenta de considerable intensidad. Olas altas, rachas de viento, lluvia abundante… Nuestro barco a merced de la marea. Si no echa el ancla, corre el riesgo de perderse zarandeado por el temporal. Si echa el ancla, esto no hará que la tormenta amaine, pero, al menos, podrá mantenerse a flote mientras dure.
A veces, nuestra vida es como un barco en medio de la tormenta. Momentos en que nos asaltan sentimientos intensos, malestares, que amenazan con abrumarnos, con sobrepasarnos y arrastrarnos con la marea. Incluso en la sentada, a veces ocurre, aparecen sentimientos intensos que amenazan con desbordarnos. En esos momentos, también necesitamos, de alguna manera, «echar el ancla», buscar alguna forma de mantenernos a flote en medio del temporal.
Russ Harris, en el marco de la terapia de aceptación y compromiso (ACT), ha desarrollado una práctica que justamente nos ayuda a mantenernos anclados en medio de las tormentas emocionales. Lejos de tratar de luchar contra ella o de sucumbir, esta práctica nos conduce a buscar elementos de anclaje que nos permitan estar presentes en medio de ellas. Y ahí el cuerpo es el espacio de anclaje fundamental.
¿Qué nos propone esta práctica? Cuando nos encontremos en medio de sentimientos difíciles, intensos, que amenazan con desbordarnos, podemos probar a “echar el ancla”:
- Lo primero que necesitamos es reconocer que estamos en medio de la tormenta emocional. Comienza, por tanto, reconociendo los pensamientos y sentimientos difíciles que estás experimentando. Y déjalos que estén ahí. Son como la tormenta.
- A continuación, regresa a tu cuerpo. Siente el contacto con la tierra, mueve o estira los brazos, las piernas, nota la respiración… Los pensamientos y los sentimientos no suelen estar bajo nuestro control, pero el comportamiento, el movimiento, sí.
- Tras unos instantes, expande tu atención y conecta con el mundo a tu alrededor. Observa lo que ves, lo que escuchas, lo que notas a través del tacto, lo que estabas haciendo…
Realiza varias veces seguidas estos pasos, con paciencia, hasta que vayas notando que puedes permanecer anclado en medio de la tormenta, sin que te arrastre. En la medida en que vayas notando un cierto alivio, redirige toda tu atención al presente, eligiendo hacer aquello que esté en línea con tus valores personales y resulte apropiado a las circunstancias.
«Echar el ancla» puede ser la expresión que nos recuerde esta práctica en aquellos momentos en que más lo necesitamos. Nos ayudará a navegar de una manera más segura y saludable por la travesía de nuestras vidas.
«Cualquier momento es una catástrofe, un desastre total, un desafío temible y revigorizante, si estamos despiertos a ello. Cualquier momento es una llamada a la paciencia.
(…) Mantenernos firmes, con la atención consciente como ancla, ante todos los cambios por los que atravesamos es nuestra manera de practicar la paciencia».
Norman Fischer.: «Navegar hacia el hogar».
Tomado de NUBEVACIA