¿Quién es ese que me mira desde el espejo y que cambia cada día como una crisálida? ¿Se parece al niño que se contemplaba en otro espejo de la infancia, pegado quizás al rostro de mamá? ¿Se parece al adolescente que se peinó calibrando los matices de su rostro por primera vez? Podría ser una máscara de quita y pon, como las que los griegos usaban para el teatro y llamaban ‟persona».
Este ego que soy, el que nació en tal sitio, estudió en tal otro y hoy tiene esta profesión, aquella novia, amigo, casa o esposa/o, ese pequeño o gran nombre se desvanece como un plano cinematográfico en la pantalla, para dar paso a otro y otro y otro… en el cambio que implacablemente marca el reloj.
Hoy he descubierto que no soy ese; que esa es mi cáscara, mi apariencia, mi ego humano que se transforma sin parar y siempre se queda insatisfecho. Ese es mi personaje en competencia conmigo mismo, siempre creyéndose centro del universo. Hoy he mirado más allá del espejo y percibí otra mirada sin rostro que desde el fondo de mí me daba paz y decía: ‟Descansa. Lo tienes todo, eres todo». Aquí y ahora.
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TU DNI
Un día, cuando casi todavía eras un niño, te preguntaste: ‟¿Por qué soy yo yo y no otro?» Fue en la duermevela, como al despertar de un sueño. Sentiste el abismo de tu propia identidad. Quizás el miedo a ser distinto, la conciencia por fin de haber nacido. Te dio tal pavor ese abismo que decidiste olvidarlo y ocuparte de las cosas externas: comer, reír, llorar, caminar, jugar, leer libros…
Pero allí se escondía el secreto, la gran verdad, la luz escondida temblando misteriosamente al fondo del estanque. Que no estabas separado como te dijeron, pese a haber sido bautizado con un nombre concreto y decirte que tú eras un tipo así y que ese pequeño ego podía vivir de sí mismo.
El día que te preguntaste ¿quién soy yo?, se inició tu búsqueda. Pero cometiste un error, te quedaste con tu fotografía, la del DNI, la imagen que te devolvían papá, mamá, tus hermanos, profesores y amigos. Eras mucho mejor. ¡Eras lo que hay detrás de tu apariencia!
Desde entonces has comenzado a restarle importancia a esa pequeña foto de carnet que te cuajó en un instante pasado y se esfumó. Ahora eres ahora, la chispa del Fuego Total al que perteneces.
Pedro Miguel Lamet