Es evidente que la espiritualidad es el refugio de miles de personas, que saben que a través de ella pueden tener la oportunidad de ser felices sin la necesidad del mundo y de sus circunstancias. También saben que si se conocen, si crecen, pueden encontrar un lugar para abrigarse del frío de la separación, donde ellos se sienten indefensos y sufren por las heridas de la mente y de sus emociones.
La espiritualidad parece ser el trampolín hacia el fin del sufrimiento (como dijo el Buda). Es evidente que debemos crecer y encontrar valores más profundos y no tan superficiales como nos ofrece la mente. Encontrar un verdadero contacto con el presente y un verdadero compromiso con el vivir, sin ir a la deriva en el navío errante de la identificación individual con una mente egóica que va a la deriva abrigando tensión, estrés y ansiedad.
El amor es un destello atemporal que te abraza cuando la mente se detiene es sus pretensiones personales. Por ello sabemos en lo más profundo, donde la mente no es capaz de mirar y donde la mente no está, que podemos respirar el aire fresco de la unidad, que explosiona como una brisa fresca en un día agobiante de verano cuando entras en el reino presente.
El buscador agobiado por el conocimiento de saber que el presente es su salvación, se retuerce en sus expresiones mentales indagando cómo puede cazar el instante, para refugiarse del tiempo psicológico que le infringe ruido mental impidiéndole ser él mismo con absoluta integridad. El miedo, el caos y la separación son justificadas por razones y parámetros de la mente pensante, y esto el buscador lo sabe con certeza.
Aun así y en el intento de evadirse de la mente, el esfuerzo es en vano pues debemos de entender que el presente es un lugar atemporal, y solo en la ausencia del yo individual se puede saborear lo eterno y libre.
El buscador perdido en el laberinto de conocimiento, se ha perdido en la filosofía e intenta plasmar las enseñanzas, intenta aplicarlas para saborear lo que dicen los sabios ya muchos miles de años, pero el presente no tiene enseñanza que te lleve a él, el presente es tal cual se presenta, y por ello por más que el esfuerzo parece que pueda acercarte a él, es la rendición, la quietud y la entrega lo que te pone en contacto con la suave brisa de amor que acaricia la atemporalidad, cuando decides tomarte un té con ella.
Por ello un amor presente solo necesita de una ausencia de acción, una ausencia de pretender ser lo que no eres, pues aun cuando el agobio pueda aparecer, y por más simple que esto parezca, el presente está al alcance de una sola y minúscula respiración.
La mente, que no está acostumbrada a pensar en la simpleza, no entiende que pueda ser tan sencillo. Buscando en el conocimiento y aturdida por la búsqueda, pasa por alto la inmediatez de este sencillo y ordinario instante, pero detrás del telón de la sencillez se encuentra el gozo de lo sublime.
Sergi Noguerón – www.sergionogueron.com
Tomado de https://serlibremente.com/el-presente-no-tiene-ensenanza-sergio-nogueron/