Una de esas frases que se leen y quedan en la memoria. Y siempre me resuena por dentro cada vez que algo se me atasca, bien en la garganta porque no me atrevo a pronunciarlo, bien en la mente porque no consigo ordenar las palabras.
Una de esas preguntas que me rondan últimamente es por qué tengo tanto miedo a dormir. Y ese universo, que manda sondas a modo de pistas, dice que “soltarte del pasado supone también difuminar la oscuridad que pulula en el interior de una”.
Soy consciente de que hay una oscuridad con la que una no puede lidiar… la noche, la noche oscura. Que es y será lo mismo cada día, desde siempre y para siempre.
La noche y el sueño, ligados como ese espacio-tiempo donde una cierra los ojos, descansa el cuerpo y resetea la mente tras cada jornada. Hábito sano que aprendemos desde niñas y con el que algunas nos peleamos cada noche.
Ese espacio que es envuelto por la oscuridad, que despierta los miedos de quien teme no despertar y quizás la rabia de quien teme hacerlo.
Ese espacio donde los monstruos se sacuden las pelusas y salen de debajo de las camas y los armarios, para estirarse y recrearse en la imaginación de todo aquél a quien lo oscuro le despierta temores absurdos o no.
Ese espacio que separa la vigilia del sueño, donde habita la frontera entre lo consciente y lo relegado a lo profundo de una misma, aunque ni ella misma sepa cuántas cosas se esconden allá abajo; ese espacio donde las brechas se hacen visibles y la circulación entre lo oscuro y lo luminoso de cada cual no tiene obstáculos; donde las excusas y las justificaciones de no poder o no querer quedan atrapadas en una mente somnolienta. Sueño que quizás se vuelve pesadilla cuando lo placentero se queda en lo aparente de cada una.
Noche oscura. Noche oscura del alma… que dicen todas las personas místicas de la historia, donde las crisis y los sentidos se agudizan, tiempo de soñar, de dormir, de dejar al lado lo acontecido… solo hasta el día siguiente, que te espera y vuelve a ti en el primer o segundo parpadeo.
¿A quién pedir permiso para descansar, quién puede ahuyentar los fantasmas y los miedos, quién ayuda a cerrar los ojos, quién acompaña la respiración cuando una no controla el pánico?
¿Quién acompaña el sueño de una cuando las brechas y los abismos parecen querer devorarme?
Tarea pendiente, las pastillas ayudan a veces, el cansancio… a veces, las meditaciones… a veces, el recuerdo de un beso de buenas noches… a veces; quizás la respuesta de por qué tengo miedo a dormir… pero esa no llega, hoy no llegó.
Sonia Goyeneche

