Entrevista a Javier Melloni, llevada a cabo en octubre de 2025 en el canal “El Despertar.”
Tanto la entrevistadora, María Olid, como el propio Melloni se mueven en un cierto funambulismo entre los conceptos y las palabras religiosas y la profundidad laica que descubre en sus propios entresijos la no-dualidad de la existencia.
Destacamos:
Dios no existe, Dios ES. Los que existimos somos nosotros.
Existen diferentes edades de consciencia que afectan al concepto y la imagen de Dios y de la realidad. No vemos la realidad tal como es sino tal como somos.
La imagen de Dios es la que tenemos de nosotros mismos idealizada o final.
Teología positiva, basada en lo que se puede decir de Dios, y negativa, que se centra en lo que no se puede decir. Lo que no se puede decir es mucho más de lo que sí. No es que no puede ser dicho porque no sea, sino porque es mucho más de lo que se puede expresar con palabras.
Máximo atributo de Dios, el misterio. Misterio como algo inagotable, no como algo indescifrable. Un misterio que cuanto más lo desvelas más se va abriendo y más queda por descubrir.
Muerte: huida o sabiduría según dónde pongamos el foco, si en proceso de paso o en lo que hay al otro lado.
El vislumbre de la cima de una montaña, aunque luego se vuelva a cubrir, nos muestra que esa montaña existe. Es lo que pasa en una experiencia mística.
Parece que la ciencia se está interesando por Dios. La modernidad los separó y la ciencia se hizo atea. Pero cuando reconocemos la limitación de nuestros sentidos, lo que los supera va apareciendo.
Un poco de ciencia te hace ateo y un mucho de ciencia te hace creyente a Heisemberg.
De la dimensión de misterio no se puede ser ateo.
La neurociencia se pregunta si es el cerebro el que genera la conciencia o al revés, si es la conciencia la que ha generado el cerebro para que éste sea su receptor.
Fases de la oración según Tony De Mello:
- Yo hablo, tú (Dios) escuchas.
- Dios habla, yo escucho.
- Ninguno hablamos y los dos nos escuchamos.
- Ya no hay dos, solo hay uno.
Noche oscura del alma, fases de transición donde lo conocido ha desaparecido y lo nuevo está por aparecer (la otra orilla). Esta vida es una transformación constante.