Bob: Lo que hay que captar es la consciencia. No es que haya que «captarla». La mente primordial, o consciencia primordial, debe ser comprendida. Es como un niño pequeño que no es consciente de sí mismo hasta que tiene unos dos años. Había un programa de vídeo sobre el cuerpo en el que se podía observar claramente esto. El niño tenía entre año y medio y dos años y, cuando le pusieron delante de un espejo, le pintaron un poco de rojo la puntita de la nariz; el niño no dijo: “¡Mira, tengo la nariz roja!”, porque no asociaba lo que veía en el espejo consigo mismo. No era consciente de sí mismo, sino que era, simplemente, consciente. Eso es a lo que llamamos «mente primordial» o «consciencia primordial». Hay consciencia y la consciencia es constante. El niño percibe todo lo que sucede a su alrededor; ve la cara que se refleja en el espejo, pero no es consciente de sí mismo. Ahí radica nuestro problema. Nosotros nos creemos que somos estos individuos y ahí es cuando se abalanza sobre nosotros el concepto de lo que somos. Eso es lo que oculta la consciencia primordial. La inteligencia-energía que hace que nos crezca el cuerpo y que nos mantengamos vivos existe desde siempre. Es algo que está produciéndose en este preciso instante.
Ahora mismo, todos os podéis desprender de ese concepto del Yo. Tomad consciencia, vislumbrad esa consciencia primordial que lleva un registro de todo lo que sucede. Seguís oyéndolo todo. Seguís viendo. Si movéis un dedo del pie o el pie entero, esa acción tiene lugar. No se trata más que de eso: del estado natural, no del estado adquirido. Cuando empezasteis a razonar, a partir de ese momento, todo lo que sabéis desde entonces es porque lo habéis aprendido, lo habéis adquirido. Hasta el pensamiento de “yo existo” es adquirido porque, antes de esa etapa de la vida, ese pensamiento no existía. Hasta que no se aprenden esas palabras, no se sabe definirlo. En esa primera etapa no se tienen nombres ni etiquetas de nada. Pero entonces empezamos a aprender y, a partir de entonces, todo es un proceso de aprendizaje. Pero el funcionamiento, la actividad primordial, es lo que os está viviendo y respirando; es lo que hace que os lata el corazón, que os crezcan las uñas e incluso que penséis. Pero todas esas actividades suceden por naturaleza.
Interlocutor: ¿Se podría decir que lo que es real es el momento y su contenido, sin mencionar nada específico?
Bob: Eso es lo que es real. Si se analiza en mayor detalle, se puede ver que incluso el contenido, cuando se desmiembra, no es más que energía en movimiento también. No es más que vibraciones de energía, movimiento de energía y nosotros le adjudicamos la forma que aparece en una etiqueta: un nombre.
I: Al empezar a hablar, has dicho: “Lo que hay que captar, o no captar, sino comprender…”. Me parece interesante ese punto. ¿Qué necesita comprenderse? ¿Se trata de reorientar la mente corriente?
Bob: Básicamente, lo que necesita verse es que lo que hay es pura inteligencia-energía o consciencia y no consciencia del Yo. Esa es la diferencia. Todo lo que surge a partir de ese momento tiene como referente a la consciencia individual. A partir de entonces, todo sirve exclusivamente para mejorar o empeorar la consciencia individual. Ese es el problema.
El estado natural
Bob: A esto lo llaman “el estado natural”. Eso es lo que significa el nombre Nisargadatta. Nisarga quiere decir “natural” mientras que Datta era, lógicamente, Dattatréia, a quien se considera el gurú primordial u original. Fijaos en la naturaleza, fijaos en lo que nos enseña. La naturaleza siempre funciona a base de pares de opuestos. Sin embargo, ahora, en invierno, por ejemplo, no quiere decir que la naturaleza rechace una cosa y acepte o niegue otra, ni se pone a decir: “¡Ojalá fuera verano!”. Cuando es invierno, es invierno. Punto. Con el tiempo, eso se convertirá en verano. La pleamar no dice: “¡Ojalá yo fuera la bajamar!”, sino que se toma su tiempo: cuatro horas para subir, dos horas de pleamar y cuatro horas para bajar y se queda cuatro horas en bajamar. La naturaleza siempre funciona a base de opuestos, lo cual no quiere decir que se opongan entre sí, que se enfrenten o se resistan, sino que se van reemplazando. En nosotros también funcionan los pares de opuestos de forma natural. Nuestro microcosmos es lo mismo que el macrocosmos, pero cuando aparecen los pares de opuestos, decidimos que: “Este es bueno: quiero más” o que “este otro es malo: no lo quiero”. Por lo tanto, nos resistimos constantemente a ellos, lo cual se traduce en conflictos y malestar. Ese es el origen de todas nuestras ansiedades, miedos y ese tipo de
cosas.
¡Si te surge el enfado, pues permítelo! No durará mucho tiempo porque no tendrá donde agarrarse. Si le pones una etiqueta, ¿desde qué perspectiva se la pones? Desde el recuerdo de haber sentido eso antes y de haberlo llamado “rabia”. Por tanto, puede que vuelva a producirse esa misma experiencia, que vuelvas a sentir lo mismo y entonces le pones la etiqueta de “rabia” o de “miedo” que retienes del pasado en lugar de dejarte sentir esa sensación tal y como es. Si te permites sentirla tal y como es, puede que encuentres que es una emoción completamente distinta que no necesita de ninguna etiqueta, pero lo que sucede es que aparece la actitud de resistirnos, que es a lo que estamos acostumbrados, y se va acentuando cada vez más hasta el punto de que acabamos culpándonos por tener ese sentimiento, porque así es como ese sentimiento se asegura su existencia. Entonces, si surge, deja que surja y se marchará. Después vendrá el siguiente sentimiento, estará un rato por ahí y se marchará.
Sailor Bob Adamson
Presencia consciencia – Trompa de Elefante, 2015