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LO QUE HEREDAMOS VA MAS ALLÁ DE LA GENÉTICA (María Macaya)

A menudo pensamos en la herencia como lo que recibimos de nuestros padres y abuelos: rasgos físicos, predisposiciones genéticas.

Sin embargo, lo que heredamos va más allá de lo visible.

Nuestra historia familiar y los patrones de comportamiento, emociones y creencias que se transmiten de una generación a otra también nos forman, influyendo en cómo pensamos y sentimos.

Hoy quiero compartir algunas reflexiones desde la psicología, la sociología y la neurociencia sobre este tema.

La psicología nos muestra que muchas de nuestras respuestas emocionales y conductas están moldeadas por patrones familiares.

Nacemos en un entorno que nos enseña, desde el principio, cómo enfrentar el miedo, expresar alegría o lidiar con el conflicto.

Las generaciones anteriores nos transmiten, consciente o inconscientemente, sus creencias sobre el amor, la seguridad y sus miedos.

Un concepto importante para entender esta transmisión es el del trauma transgeneracional.

El trauma no resuelto en una generación puede afectar a la siguiente.

Por ejemplo, el impacto de una guerra o una pérdida puede influir en los descendientes, moldeando su percepción de la seguridad y sus reacciones emocionales al estrés.

Desde la sociología y la antropología, vemos que no solo heredamos a nivel familiar, sino también cultural y social.

Formamos parte de un colectivo que transmite creencias y normas sociales a través de generaciones.

A menudo repetimos roles y expectativas que nos fueron impuestos.

Un ejemplo claro es el rol de género: muchas veces heredamos ideas sobre lo que significa ser mujer u hombre, ideas que pueden liberar o limitar.

La neurociencia también nos enseña que el sistema nervioso reacciona a lo que vivimos y a lo que han vivido nuestros ancestros.

La epigenética nos muestra cómo ciertas experiencias dejan huellas en nuestros genes, afectando cómo se expresan en futuras generaciones.

Es como si el cuerpo “recordara” los eventos intensos que vivieron nuestros abuelos o bisabuelos, moldeando nuestro sistema nervioso para que reaccione de determinadas maneras ante el mundo.

Cuando heredamos un sistema nervioso “entrenado” por generaciones para estar en alerta, es posible que experimentemos ansiedad o dificultad para relajarnos, aunque no hayamos vivido esos eventos.

Te invito a reflexionar sobre esta herencia.

Aunque es cierto que heredamos, también podemos reconocer y modificar lo heredado.

Todo, desde nuestros comportamientos y creencias hasta nuestro cerebro, es moldeable y cambiable.

¿Qué sientes cuando te ves a ti mismo actuando como tus padres (o haciendo lo contrario para “reparar”)?

¿Esa acción, pensamiento o creencia refleja tus valores internos, o solo es una inercia?

¿Cómo juzgas el género, las formas corporales, las religiones, las razas?

¿Es una opinión tuya, o es algo que recibiste y nunca cuestionaste?

¿Te sientes estresado, impotente, desganado o temeroso en situaciones que no entiendes?

¿Tienes herramientas para reconocerte, regularte y ganar distancia de esas emociones?

Aceptar nuestra herencia, reconocerla y elegir lo que queremos llevar con nosotros es un proceso transformador.

Porque, al final, la herencia no es solo lo que recibimos, sino también lo que decidimos construir y transmitir para el futuro.

Un abrazo,
María

María Macaya – fundadora y directora general de Fundación Rādika