Si una se para a mirar definiciones de ego, se le quitan las ganas de seguir leyendo.
La primera vez que oí decir que había que deshacerse de él, me pareció una locura. Como si nada de mí pudiera tener sentido sin su presencia.
Sin embargo, cuanto más indago en la búsqueda de verdad en mí, más me doy cuenta de que soy fuera de él.
Lo que nunca creí que sería posible, se transformó en posibilidad.
Es curioso; solo un yo desbordado puede dar paso a ese no-lugar, ese no-tiempo que nos acerca a… ¿nuestra esencia?
Pero, a día de hoy, que no termino de soltar lo que fui y lo que creo que soy, y con esa incipiente sensación de ser más allá de cualquier personaje o etiqueta… la calma, el silencio y la atención me ayudan a mirar en profundidad esta expresión de vida que soy.
Comprender mi ego y sus reacciones es lo que me lleva realmente a conocer la espaciosidad a la que puedo llamar «soy».
Mi ego está atado a un silencio que no es creativo, que confunde y que aísla… Y solo desde la comprensión, que es mucho más que aceptación, puedo llegar a saborear un silencio que me hace bailar y vibrar con una música escrita solo para mí.
Mi ego está atado al sufrimiento, a crear constantemente entornos en los que me manejo. Nunca ha creado realmente algo insostenible. Y solo desde la comprensión descubrí el miedo que he tenido al dolor, dolor que se desparrama sin control.
Mi ego está atado a las excusas para no hacer, para no afrontar. Y solo desde la comprensión el silencio se transforma en posibilidad de conocer. Y a veces eso basta para que no haya vuelta atrás. Con las excusas, las quejas, las etiquetas pasa que, cuando se conoce cómo se crean, pierden su fuerza y su poder, pero solo si estás atenta y en silencio.
Mi ego se esconde detrás del monstruo de la rabia, personaje creado para darme miedo y tener a la intuición y a la libertad controladas. Solo la comprensión rompe y borra los esquemas, las creencias pierden sentido… Y los monstruos mirados de frente resultan ser muñecos necesitados de mucho afecto.
Mi ego utiliza el «a mí me pasa, me ocurre, me sucede…» como si todo el universo se aliase para que todo lo malo le pase a una. Menos mal que hay otro lugar más allá del ego que lee, que ve la vida sin límites ni fronteras y sabe que la vida fluye y que creer en «los a mí» solo es poner trabas a ese fluir.
Tarea ardua en el día a día ese ir quitando poder y autoridad a mi ego que se resiste con todas sus fuerzas y todas sus artimañas, que son muchas, a quedarse en segundo plano.
Pero mi ego me ha traído hasta aquí. Con mi ego he sobrevivido y aprendido a caer y levantarme, una y otra vez. Unas veces me animó y otras me sostuvo. Y siento que todavía necesito a veces su poderío y su saber hacer… Pero hoy tiene que aprender, tenemos que aprender, que su lugar es permanecer en silencio, en esa espaciosidad que puedo llamar «soy».
Y no es tan fácil.