Intenta no pensar en un elefante rosa, ¡inténtalo, por favor! Venga, de nuevo, trata, esfuérzate, no pienses en un elefante rosa… ¿Lo has conseguido hacer? ¿Qué le ocurre a nuestro cerebro? ¿Por qué es tan puñetero que cuanto más me empeño en no pensar en algo, y cuanto más importante es para mí no hacerlo, más me taladra la cabeza?
Y otro tanto ocurre con las emociones: o me arrastran con consecuencias indeseables (como abandonar el despacho de mi jefe con un portazo); o las bloqueo provocando, entre otras cosas, somatizaciones (contracturas, problemas digestivos, etc.); o me empeño en evitarlas, dejando a un lado lo importante (me recluyo en casa para aliviar la ansiedad, pero a la larga mi vida se reduce a ese “intentar no sentirme tan mal”, abandonando intereses personales, profesionales y relaciones).
¿Por qué nos identificamos con nuestra mente (pensamientos y emociones) y no tanto con nuestro cuerpo? Mi manera de pensar y de sentir no es la misma que cuando era niña, va variando en el tiempo… por lo tanto, no puedo decir que esta sea yo, ¿no?… y además unos días lo veo todo negro y otros todo rosa, y yo sigo siendo yo y los objetos los mismos…
Pues bueno, resulta que el cerebro es una continua fábrica de pensamientos y sentimientos, y un paso transformador es considerarlos así, como productos de nuestra mente, como sucesos en nuestra mente.
No es una tragedia pensar “soy una inútil”, es solo un pensamiento: se puede razonar con hechos para comprobar que no es así. Pero lo esencial es no darle mucha importancia (considerarlo como un dolor de cabeza más o menos fuerte) y continuar conduciendo mi vida hacia donde yo decido, en la medida en que pueda.
“Eres una casa llena de muebles. Los muebles no son y nunca serán la casa. Los muebles son lo que está dentro de ella. La casa solo contiene a los muebles y les da el contexto para que puedan funcionar como muebles. Ahora, si consideráramos a los muebles como buenos o como malos, esto no diría nada respecto al valor casa, porque una cosa son los muebles y otra la casa. De la misma manera, lo que piensas o lo que sientes no eres tú: tus pensamientos y emociones son los muebles, y tú eres la casa (el espacio donde ellos aparecen y desaparecen).”
––Metáfora de La Casa, tomada de Terapia de Aceptación y Compromiso.
Si comenzamos a incorporar esta perspectiva habremos dado un paso de gigante: no se trata ya de controlar los pensamientos, sino de observarlos, dejarlos y dirigir la atención que podamos hacia donde decidamos en ese momento. No se trata tampoco de evitar las emociones que no nos gustan, sino de sentirlas en el cuerpo y poner algo de distancia entre el “objeto que ellas son” y el “yo observador”. Y esto es lo que se practica precisamente en la meditación.
Además, esta distancia nos permite trabajar con los elementos que pueden estar provocando o favoreciendo esos pensamientos y emociones, para abrir posibilidades y así ganar salud y libertad (lo veremos cuando hablemos de la asociación libre).
Lo que os acabo de comentar es simplemente una primera aproximación a cómo se entiende actualmente desde la ciencia el funcionamiento de la mente.
¿Y las sensaciones/percepciones?, os preguntaréis. No he hablado de ellas para simplificar las cosas. Ya que a todos nos parecen como más objetivas que las emociones y los pensamientos. Pero, en realidad, no lo son tanto porque percibimos según nuestro sistema nervioso (una mosca ve un mundo totalmente diferente al que veo yo; y lo que veo yo tampoco es igual a lo que ves tú). Encima todo está mezclado: ejemplo, ante una misma escena, una persona puede sentir miedo; otra, dolor de cervicales, y otra, obsesionarse con un detalle sin importancia.
Mercedes Garcia Laso
Tomado de https://tecleolento.substack.com/p/pensamientos-emociones-sensaciones