La palabra Dios
Durante mucho tiempo la palabra Dios me ha dado urticaria. Todavía hoy a momentos me levanta resistencias. Como repito tantas veces, es alucinante cómo una determinada sucesión de simples letras puede levantar emociones y sensaciones tan potentes.
Por eso puedo decir Dios, Ser, Consciencia, Vida, Naturaleza o Universo, según el día. Incluso a veces lo escribo con minúscula como para bajarlo a lo ordinario.
Un apunte importante antes de continuar
Lo que estoy escribiendo lo hago desde la vivencia, no desde lo intelectual. Aunque esto segundo y sus resonancias en mis tripas a mí me ha ayudado, y me ayuda, a llegar a la vivencia.
Me explico. Es como si una niña de la Edad Media visita una ciudad y luego, ya de mayor, quiere volver a determinada casa y consulta diferentes mapas. Con lo que le resuena de cada uno, se dibuja uno para intentar llegar al lugar donde escondió su muñeca hace tantos, tantos años.
Por eso estoy escribiendo este texto, por si a alguno de vosotros encuentra cierta pista para su camino. El camino es siempre experiencial y singular, y las palabras (mapas) pueden ayudar o entorpecer
¿Y eso de la vivencia qué es?
Sumergir la mano en agua tibia es una vivencia. Yo la puedo sentir fría y tú, caliente, sobre todo si llegas de un paseo por la nieve. Eso es la vivencia
Qué es Dios para mí
Vayamos ya, a bocajarro, a responder la pregunta del título.
Para mí, Dios es todo: materia/energía que conforma las partículas subatómicas, el gigantesco vacío que hay entre ellas, el tiempo (que según los físicos es solo una dimensión como lo son altura, anchura y profundidad), la información como las leyes matemáticas y vete tú a saber qué más.
Y para mí Dios es un flujo de impermanencia e interdependencia, donde todo cambia a la vez que todo permanece.
Es decir, nada existe en sí, pues cada evento es el resultado en un determinado momento de los procesos que ocurren en el todo. Algo así como eso que dice la teoría del caos sobre que un aleteo de una mariposa en Oporto desencadena un huracán en Filipinas.
Continuando con la metáfora, los fenómenos meteorológicos no tienen existencia en sí, son solo procesos a los que los humanos les damos entidad al ponerles nombre. Y son procesos que dependen de todo el resto de procesos y flujos que se están dando en ese instante. A la vez, la atmósfera tomada como totalidad no cambia.
Lo que acabo de escribir es tremendamente zen y a los que no hayáis experimentado un atisbo de ello os resultará terriblemente raro. Aun así voy a dar una vuelta más de tuerca.
Tú y yo también somos solo procesos. Tú y yo también somos Dios.
Una ola en el mar, la puedes definir (es alta o baja, veloz o serena…). ¿Pero la puedes coger en una palangana y llevártela a casa? Su surgimiento y desenvolvimiento es el resultado, momento a momento, de todos los procesos que ocurren en el mar. Así, como decía Willigis Jäger, yo y mi bisabuela somos olas de mar: aparecemos y tras un rato desaparecemos.
Bajemos un poco a tierra porque si no el siguiente paso sería hablar de física cuántica.
Sentir a Dios
Los humanos somos autoconscientes y, desde ahí, no sentir a Dios es como no sentir el cuerpo. A ver si consigo hacerme entender. Los animales no son autoconscientes de su cuerpo, aunque sientan dolor y placer en él. A nosotros nos pasa parecido la mayoría del tiempo. Pero aunque no le prestemos atención, somos cuerpo (sin cuerpo no hay yo). Y, a diferencia del resto de seres vivos (al menos que se sepa por ahora), podemos darnos cuenta de que sentimos el cuerpo. Pues para mí sentir a Dios es parecido. Un poquillo más complicado para la mayoría de los mortales, eso sí.
La raíz, a mi entender, de esta complicación (o de parte de ella) es que percibo a Dios a través de mi software (mente, sistema nervioso, creencias, etc.). De ahí que en las distintas religiones, solo los místicos (personas que van más allá del software) llegan a lugares comunes (aunque luego al ponerlo en palabras aparecen de nuevo las diferencias).
En todo caso, yo según el momento me puedo definir como atea, agnóstica o espiritual. Lo que sí me importa, y mucho, es seguir profundizando en vivirme como parte de un todo, de un todo misterioso e incomprensible.
Notas importantes
P.D. 1: Para mí ser un gran místico es como ser un genio con el pincel. Muy pocos lo son. Otra cosa es que todos seamos capaces de pintar o de sentir a Dios entre los pucheros, como decía la Teresa.
P.D. 2: En este intento de poner palabras dejo pendiente muchas cosas. La más importante es, sin duda, la vivencia de del Amor con mayúscula.
P.D. 3: Lo que acabo de escribir es mi vivencia de Dios a fecha de 14 de noviembre de 2024. Y lo dejo indicado porque la experiencia espiritual es algo vivo, que se va transformando continuamente. Aparecen nuevos matices. También saltos que te dejan del revés. Así que quizá en un año puede que me contradiga o, mejor dicho, que se evidencien con fuerza las paradojas inherentes a lo transpersonal.
P.D. 4: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao. –—Tao Te Ching
Un vídeo
Como por ahora no se me da bien la poesía y la manera de acercarnos a Dios es la Belleza (otro día lo explico), os dejo esta maravilla de vídeo para que aporte «alma» y «guiso» a mi soso texto «a la plancha».
Es sobre el milagro y el misterio de estar vivo… descubrimiento, exploración.
«No cesaremos de la exploración
Y el final de toda nuestra exploración
Será llegar a donde empezamos
Y conocer el lugar por primera vez.»
–T. S. Eliot
Mercedes GarciaLaso