Hay una leyenda cherokee que cuenta cómo un anciano conversa con su nieto:
“El anciano le dice:
- Pequeño, dentro de nosotros hay dos lobos que luchan entre sí. Uno es el Mal, es la ira, la envidia, los celos, la codicia, la arrogancia, la culpabilidad, la amargura, el sentimiento de inferioridad, la mentira, el orgullo y el ego. El otro es el Bien, la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la bondad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión y la fe.
El niño reflexiona, y pregunta:
- ¿Qué lobo ganará?
Y el anciano contesta:
- El que cada cual elija alimentar”.
Una leyenda que ilumina el camino personal de crecimiento.
Pero no me gustó el final. Así que me puse a buscar interpretaciones del cuento y dejar que algo me tocara con fuerza por dentro para poder salir de la dichosa dualidad, de esa imagen de las fuerzas del mal y del bien enfrentadas y chocando, que hoy se me queda simplista ante la necesidad de que crecimiento e integración vayan de la mano, porque de alguna forma ambas pueden llevarme o alejarme de poder vivir plenamente en plenitud, aquí y ahora.
Y el que busca encuentra. O eso me decían cuando era niña. Y encontré otra versión para ese final. Otra versión donde la lucha entre los dos lobos se transforma en equilibrio.
Una sola palabra cambia el sentido profundo de toda la sabiduría encerrada o enredada entre las palabras. Pero también aumenta las preguntas o cuestiones a hacerse: no basta con qué lobo estas alimentado, sino que la palabra “equilibrio” invita a mirar cómo lo haces, a darte cuenta de a cuál echas las sobras y a cuál mimas. En definitiva, cómo tratas tu humanidad, cómo cuidas lo que te constituye…
Y toda la perspectiva cambia.
Y ahora sí me gusta la leyenda.
Alimentar a los dos… Porque soy en suma y en una sola y completa existencia, en un equilibrio más o menos sereno. Cuanto más sereno más me aproximo a mi ser profundo, el oleaje queda en la apariencia y en la superficie, aunque a veces parezca que es el todo.
Hoy es tiempo de situaciones precarias. No puedo seguir permitiéndome los vaivenes y la negación o la censura; suponen demasiado desgaste de energía.
Abrazarse a una misma es algo más que gustarse y querer todo lo bueno que hay en una. Abrazarse es tomar en cuenta lo que a una no le gusta y buscar aquello que a una le alumbre, le dé luz, le haga sonreír… entre aquellas cosas que una cree que odia o les tiene asco, aunque sólo sea en apariencia.
A qué lobo estás alimentando lleva consigo implícito en la pregunta el cómo lo haces, aunque esos caracteres no se plasmen entre los interrogantes. Y quizá es lo más importante: ¿Cómo?
Cada cosa que hago, que digo, que dejo de hacer, cada silencio, cada gesto que tuerzo ¿Cómo alimenta el equilibrio?
Soy una en las dos, en mis dos lobas; cualquiera que me falte dejará un agujero irremplazable, y siempre faltará algo. Y la integración será imposible. Y el acceso a la plenitud quedará lejos de mi alcance por mucho que corra, por mucho que salte, por mucho que ame, por muchas cosas que haga o por muy feliz que me sienta.
Soy una en las dos, en dos lobas; las heridas y las miserias de cada cual son mías. ¡Qué difícil se vuelve abrazar lo que una siempre ha sabido que odiaba de sí misma! Y, sin embargo, ¡Cuánta urgencia para hacerlo!
Soy una en las dos, en las dos lobas…
Simone