Lao Tse dijo: «La mente tiende a la quietud».
Son de esas frases que una lee y piensa que no se escribieron para ella.
Mi mente no paraba quieta y sigue movidita llenándose de idas y venidas que no sirven de mucho, pero que sigue creyendo que ella me protege y me pone a salvo.
Me ha costado mucho verla siquiera como una herramienta y sentir a veces que puedo ser al margen de ella, aunque solo sea por intuición y por apenas unos segundos.
Pero ha aprendido.
Ha aprendido a pararse un poco y buscar la quietud, ha aprendido escuchando ideas que no le pertenecían, leídas o escuchadas, retorciéndolas a veces y descubriendo que a veces no hay nada que hacer. Le cuesta rendirse.
Ha aprendido escuchando lo que no reconoce siquiera como suyo; ha aprendido a buscar la quietud a pesar de haber intuido que ésta podía acabar con todo lo que ella ha creado para sobrevivir y vivir, como hasta ahora.
Le ha costado ignorar el miedo y la incertidumbre que paraliza, y dejar de transformarlo en otro miedo y otra incertidumbre que se vuelve esencial y necesaria, un círculo vicioso.
Le ha costado volverse del revés.
Aprender a percibir lo que pasa inadvertido, intentando responder aquello de «¿de qué no te estas dando cuenta?», descubriendo en la quietud las pistas para que algunas cosas dejen de ser galimatías y tengan sentido, incluso para ella y sus resistencias.
Pero la mayoría del tiempo mi mente sigue enredada en la confusión. Quiere entenderlo todo, y despreciamos de esa forma los instantes; se llena la agenda con deseos de hacer cosas o reuniones, preparaciones, y me dejo sin apuntar esos instantes de Silencio y Presencia que robo, como en un juego, a cada hora, porque no parecen importantes; y se me olvida que son los que me alimentan y me conectan constantemente a la Quietud, pero no me doy cuenta.
Durante mucho tiempo he anhelado lo pleno, lo completo, lo perfecto; y es en los pedazos que quedan al margen donde se asoman la Quietud o la Belleza, tan necesarias para vivir aquí y ahora.
Cada vez tengo más la sensación de que mi mente quizás empieza a intuir que tiende a la quietud como decía Lao Tse, pero lo disimula, para no perder poderío o razón, como niña chica que no quiere ceder a la verdad, y va desvelando entre susurros y suspiros lo separada que está de mi cuerpo y el poco caso que le hace, el poco espacio que le deja, como si fueran viejos enemigos, que ni se miran ni se entienden.
Pero el cuerpo es camino para transitar.
Es en este cuerpo y no en otro sitio donde la Quietud y el Silencio se encuentran, donde se canaliza que la comprensión hunde sus raíces en las entrañas para dar sentido a lo cotidiano o a lo extraordinario.
Es en este cuerpo y con esta mente con las que cuento para vivir de forma consciente y despierta, dejando atrás creencias y leyendo la vida y las sensaciones como expresiones de aquello que somos, de aquello que soy, sin separaciones y sin rupturas.
Habitar y transitar mi profundidad solo se puede hacer en Quietud y en Silencio.
Y hoy sólo puedo asomarme y liberar el Silencio y la Quietud en este cuerpo y con esta mente, porque el presente se expresa en esta forma; cualquier otra idea es pura creencia.
Sonia Goyeneche