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¿RESISTIR? (Simone)

Durante muchos días, cada amanecer me producía un escalofrío: el silencio de las calles, la ausencia de transeúntes, las calles vacías, las villavesas que parecían ir amordazadas y sus asientos precintados.

Todo ayudaba a sentir un peso en mis hombros, como si tirasen de mí hacia abajo; la sensación de derrumbe era fuerte. Cada día al amanecer, tras comprobar que no había sido un mal sueño, la realidad golpeaba fuerte, sobre todo al dejar que cada mañana la puerta de casa se cerrase detrás de mi.

Más de 50 días después, ver un parque precintado y el aislamiento de los chóferes de las villavesas me siguen produciendo escalofríos.

Cada día, a cualquier hora, la canción de “Resistiré” se ha escuchado en la radio, una y otra vez, hasta convertirse en un himno, tan pegadiza que casi pareciera que se te pegan los labios.

Resistiré.

Resistir. Plantar los pies en el suelo y mantener el equilibrio sin ceder ni un ápice del terreno. Resistir, impedir que algo te afecte.

Ufff… ¡Jo! Yo que ando a vueltas intentando comprender qué significa en mi vida, hoy, rendirse, aceptar, soltar, dejar fluir… la cancioncita se me hacía un tanto pesada.

Hay que reconocer que dice cosas serias, de cuándo hay que resistir… aunque los sueños se rompan una y otra vez; aunque descubra que soy mi peor enemigo; aunque no se pueda descubrir la magia del mundo; aunque la nostalgia y la melancolía tengan filos que hieran; aunque la locura me amenace y su sombra me atrape; aunque no gane nunca; aunque duerma en soledad; aunque se me cierren las salidas; aunque los miedos de la noche no me dejen en paz; aunque me cueste mantenerme en pie; aunque… Qué sé yo.

Pero son cosas de la vida. Son de esas cosas que llegan a veces y se quedan, se instalan en una misma para quedarse. Para quedarse como te descuides. Esas cosas que van y vienen y parecen no superarse nunca, porque siempre terminan haciendo daño. Presentes más allá de estos días de confinamiento. Son cosas de la vida, de esas que no podemos controlar, de las que quizás podemos aprender y de las que siempre nos tienen que decir algo.

Resistir.

Otra canción que resonaba, por lo menos en mí, y que me dio una pista fue la de “Sobreviviré”, y eso que el título sigue hablando de resistencias, de que no pueden con una, de que una es más fuerte, más grande, más poderosa o, quizás, solo más tonta.

Sobreviviré… buscaré un lugar…

Y esto es lo que me dio la pista.

La necesidad de buscar ese lugar.

Y aunque me empeñe, no es un viaje que tenga que hacer hacia fuera; ni es un viaje de aventura a lugares no explorados; tampoco es un viaje temporal, efímero o permanente; y no nace de una decisión, de un ¡ahora sí!…

No es tan complicado, ni tan sencillo.

Es tan solo un viaje de regreso, simplemente de regreso.

Es un volver a lo genuino, al original, a lo que se es… A casa, que dicen algunos, o volver a sí mismo, que dicen otros; y quizá todos tengan razón. Es un volver a lo conocido, a lo que un día quedó atrapado entre oscuridades, entre secretos inconfesables, en lo profundo de una. Oscuridades. Lugares donde no alcanza la luz, que conectan con el inconsciente, que no dejan de ser reales porque yo ponga o no consciencia.

Inconsciente que espera pacientemente el día que una está preparada, aunque no lo sepas, para ir dejando emerger sus pistas como si fueran objetos a recuperar tras un naufragio. Cosas que son recogidas a veces con miedo, a veces con rabia, a veces con lágrimas… Pero, en cuanto te dejas, permites que ocurra, las sonrisas y las caricias acogen y abrazan los tesoros recuperados.

Oscuridades, ¡si!

Y secretos profundos, que quizá conectan con deseos o cosas acalladas, pero siempre con esa profundidad que conecta con nuestra verdad.

Razón por la que salimos a buscar algo mejor, algo aparentemente mejor, o salimos para esconderla y taparla, protegerla; y creamos uno y otro personaje, y diferentes máscaras que nos alejaban de nuestro centro, casi casi sin darnos cuenta; pero la verdad es lo que somos, llamémoslo casa, llamémoslo vida, incluso Dios… No importan las palabras.

Pero el viaje es de vuelta, de regreso.

Resistir, decir stop a la vida, como gritar un ¡por ahí no pasas!

Rendirse, decir un SÍ grandote, que acalle los miedos, las quejas y las dudas, y vivir lo que venga, sabiendo que no es necesario encontrar un sentido a cada cosa, sino reconocerlo, simplemente reconocerlo.

Entonces una puede dejar que acontezca.

Y mientras tanto solo queda respirar, simplemente respirar.

Simone