Para algunas personas la sabiduría es el conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren por la práctica y la experiencia. Quizá simplemente sea la habilidad de reconocer un poco más allá de lo obvio, de los velos (los peros, las percepciones limitantes…). O quizá solo sea como pequeñas gotas de agua fresca cuando una no sabe el calor que tenía.
A mí me gusta hablar de sabiduría como “eso» que transforma a una su manera de percibir, de sentir, de leer… desde lo más hondo a lo más simple. Y solo en un susurro.
A corto plazo, la sabiduría puede llegar a crear un poco de desasosiego, incluso cierta confusión, porque desarma lo conocido, cuestiona lo que creíamos certeza, como si nos pusiera del revés; de pronto, ella presta atención a lo que siempre pasaba desapercibido y, aunque en apariencia todo permanezca igual, todo cambia radicalmente.
Nuestra mente necesita tiempo para asimilar y asumir que la vida transita igual y diferente, que lo conocido es un tanto extraño, y que hay cosas nuevas que una no termina de reconocer. Que lo aparente no lo es tanto, que lo que veo queda reducido a una sencilla percepción.
Y necesitamos tiempo. Porque la sabiduría genera vida, abre horizonte siempre, aunque nos pase desapercibido, y sorprende a cada instante; transita entre las células profundas y vuelve a la mente reformulando lo conocido desde nuevas experiencias, con nuevas expresiones, con palabras diferentes llenándonos de cierto caos; la sabiduría no deja de hacernos tropezar con ideas desconcertantes o desafiantes, obligándonos a aceptar la duda como razonable, incluso nos invita a saborearla.
Alguien definía la sabiduría como “proseguir». Y me gusta. Porque quiere decir que no es una meta, no es ninguna llegada, es más bien como una vereda amplia y continua que siempre profundiza un poco más, que siempre nos lleva un poco más allá.
Hay quienes dicen que es una necesidad para poder comunicarnos con tantas personas sabias de toda la historia, de todas las culturas, de todas las religiones, de cualquier estatus o casta, sin etiquetas, incluso de esas personas sabias anónimas que pasan por la historia como “nadies», que en apariencia se quedan en los márgenes, en las afueras, al alcance de una caricia y lejos de tertulias inteligentes.
Por eso siento que es importante leer, no por los conocimientos, sino para dejar que las palabras nos resuenen por dentro y descubrir qué se nos revela; para intentar imitar o repetir gestos o experiencias, para familiarizarte con lo desconocido, con lo ajeno, lo extraño; para enriquecer la perspectiva; para alimentar la comprensión; para tropezar con lo desafiante y desconcertante; para aceptar la duda y aprender a saborear lo que es inseguro…
Sabiduría es vida disfrazada de saber, es silencio disfrazado de rocío…
Hay quienes dicen o quienes creen… Pero la sabiduría se escapa por las rendijas de las creencias, porque no hay contenedor posible, solo se adhiere a la vida a través de lo vivido, experimentando de una forma que no pesa, que no se agarra. Solo se posa en una, como una mariposa… y se queda sin hacer ruido, sin molestar, sin llenar grandes espacios.
Sonia Goyeneche