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Sentir o SENTIR (Simone)

A veces no me parece justo el sentido que se da a las palabras; es como si las encerrásemos en cajas de cristal desde las que es imposible ningún tipo de expansión hacia ningún lado. Y a veces yo me conformo con patalear y enfurruñarme, y tampoco es justo.

Cada vez me gustan más las palabras, porque descubro con más fuerza que una sola palabra a veces puede contener toda una enorme experiencia.

Unos días de agobio, unas noches de insomnio, una sorpresa que desborda… Cada vez me resulta más fácil poner una sola palabra para expresar todo lo vivido, y cada vez me importa menos a qué pueda sonar.

Esto me pasa con “Sentir».

Me da rabia cuando se nos invita a evitar la palabra para no dejarnos enredar por los sentimientos, como si fuera una prevención necesaria. Siento que no deja de ser una forma de limitar la experiencia que trae consigo; es como dejarla chiquita, como escribirla un par de puntos más pequeño en el Word.

Para mí sentir se escribe con letras más grandes, porque descubro de la forma más simple que es una forma de conocer y una puerta a la comprensión, algo que siempre había evitado y que siempre ha estado ahí, esperándome…

Sentir es tocar, es rozar, es sensación, es mirar más allá de lo aparente y dejar que hable lo vivido, lo tocado, lo rozado, lo intuido.

Cuando descubrí que un sentimiento, el que fuese, podía ser tocado ¡aluciné! Y cuando empecé a probar, y seguí probando, a rozar y tocar, descubrí que, si tocaba con dulzura y con delicadeza lo que hay detrás de una sensación, de un sentimiento… eso me abría el horizonte hasta perder de vista los extremos.

Ese día supe que la vida se expresaba a través de mí en todos los poros, transitaba cada una de mis células. Rozar con suavidad, con delicadeza, con las yemas de los dedos, con profundo respeto, hace que lo que sentimos, que lo que rozamos, se abra, sobrepase la segura apariencia y desparrame la comprensión.

Sentir es descubrir que rozar algo que me enfada pone luz para empezar a desenredar y descubrir que solo la comprensión desata los nudos más viejos y fuertes.

La atención siempre es la música de fondo cuando las yemas de los dedos rozan la rabia y calman las raíces que duelen.

¡Qué lástima que todavía no sepa mantenerme en ese silencio!

Más que nunca necesito transformar los ratos de silencio en una cultura de silencio.

Sentir es tocar y escuchar a la vez, como si todos los poros de mi cuerpo, todas mis células, todas las terminaciones nerviosas se pusieran de acuerdo y entonces la vida de dentro y de fuera deja de confundirse y deja de estar separada, las distancias desaparecen y el somos resuena fuerte por dentro como un eco. Un eco diferente de un extremo a otro. Porque lo que suena y se pronuncia en lo más hondo de mí es un pequeño soy, y lo que se pronuncia en voz alta, lo que se me devuelve, lo que resuena en la espaciosidad que es la vida es un gran Somos.

Me gustan las palabras, porque una sola, una sola palabra, me abre al misterio. Pero no es una única palabra; es cualquiera en solitario.

Y la palabra soledad recobra hondura. Y la palabra miedo se hace palpable. Y lo que es palpable se puede tocar, sentir. Y lo que se toca se puede acariciar. Y cuando una acaricia el alma, lo profundo se abre. Y entonces…

Simone