Shhh… Guarda silencio. Solo escucha.
Escucha lo que hay a tu alrededor, acostumbra a tu oído y ve un poco más allá. Presta atención, como si quisieras escuchar aquello que hay detrás de las palabras: los coches, los ruidos de la calle o del trabajo, detrás de las prisas, los teléfonos, las risas, el tintineo de los vasos y las tazas.
Hazlo tuyo, como si fuera tu contexto natural. Nada es extraño, nada es ajeno… Pero no olvides, nada te pertenece…
Solo escucha.
Y respira, despacio. Toma consciencia de cómo entra el aire en tu cuerpo, de cómo sale. Recuerda y sonríe… Porque cada inspiración posibilita una caricia efímera y fugaz a cada una de tus células. Sigue respirando despacio, cayendo en la cuenta de ese instante de mimo gratuito que te ofrece la vida misma, en cada instante… Solo disfruta.
Y escucha.
Escucha tu corazón. Pon atención al latido en ti misma… Déjalo que hable, sin la interferencia de la mente… El corazón sabe muchas cosas. Déjate sorprender.
Apaga los murmullos, los ruidos de dentro, pronuncia sonidos que acallen e inviten al silencio… Y respira, respira suavemente.
Escucha el tiempo, que entiende cómo se abren todas las opciones, que espera sin desesperar, que se alarga y se encoge sólo para mostrarte lo posible.
Escucha… y agárrate, amárrate al silencio como si de una cuerda a modo de pasamanos se tratase, y camina, baja poco a poco, adéntrate en lo profundo, despacio, sin prisa, con los ojos cerrados para que nada te distraiga. Esa cuerda en tu mano sólo te hace de guía, ese silencio sólo te sostiene. No dejes que ni la oscuridad ni los ecos te distraigan, sigue escuchando tan sólo el paso del aire a través de ti.
El silencio siempre te va a tratar con respeto, nunca te va a violentar ni te va a exigir nada. Cuando te sueltes o te asustes o desenfoques la atención… simplemente te esperará pacientemente.
Pero siempre, no lo olvides, siempre te llevará hacia adentro, hacia lo profundo, siempre hacia adentro, a lo íntimo… transitando lugares de vida y de muerte, de alegría y de desesperación… Las alertas podrán sonar y resonar, lo oscuro conectará con el miedo y la tristeza… Pero tú, tú solo espera. Y respira…
Transitar tus ruidos es un paseo de rosas con espinas, un paseo entre demonios escondidos y olvidados que te recordarán el dolor real y el sufrimiento inventado. Incluso puedes llegar a sentir en tu cuerpo los desgarros, el miedo a ser devorada por el vacío presente en cada rincón…
Pero siempre, siempre, el silencio te llevará más adentro. Aguanta, mantente firme, recuérdate que estás sostenida, aunque no sientas piso bajo tus pies… Recuerda que la tierra está ahí… Y déjate llevar, más adentro todavía, donde una solo… desaparece.
Y entonces, solo entonces, nada más importa.
Y la experiencia va más allá de los sentidos, de las palabras. Y el abrazo del silencio la envuelve a una, con ese silencio que es sabiduría, que sostiene y guía, que siempre estuvo ahí.
Silencio que simplemente eres.
Tú… solo, escucha.
Sonia Goyeneche