«Aquel que se apega a su propia visión de las cosas, que considera su visión como la más elevada, como la visión suprema del mundo y que critica todas las otras visiones, queda siempre aprisionado en el círculo de las disputas.
Si viendo, entendiendo o percibiendo cualquier cosa, una persona piensa que esta cosa es la única que aporta el beneficio y el confort a su comunidad y a sí misma, tendrá fácilmente la tendencia a apegarse y pensará que todas las demás personas son inferiores a ella.
Un sabio considera toda dependencia a su propia doctrina y todo menosprecio a las visiones del otro como una prisión y una pérdida de libertad. Un practicante serio no debería creer inmediatamente lo que escucha, ve y percibe, incluyendo los preceptos y los ritos.
Un verdadero practicante no siente la necesidad de inventar una nueva doctrina para el mundo con los conocimientos que ha acumulado y los preceptos o los ritos que ha aprendido. No se considera ni superior, ni inferior, ni igual a otro.
Un sabio sabe soltar el concepto de yo. En su actitud, no busca nada. No depende de nada, incluyendo los conocimientos. En un conflicto, no toma parte y no mantiene ninguna visión, ni ninguna doctrina.
No busca y no encuentra nada, ni este extremo ni el otro extremo, ni en esta vida ni en otra vida. No guarda nada como su propia visión. No toma refugio, ni busca alivio o consolación en ninguna ideología.
Un verdadero sabio no guarda su propia visión en lo que concierne a ver, escuchar y percibir. Y ¿cómo por conceptos, juzgar o comprender a un puro practicante que ha abandonado todo punto de vista?
Una persona así, no siente la necesidad de establecerse en una doctrina o de elegir una ideología. Ha soltado todo esto. Un ser noble como ése, no está en absoluto aprisionado por los preceptos y los ritos. Avanza con solidez hacia la orilla de la liberación y no regresará jamás al mundo del sufrimiento».
Cantos del Corazón, Thích Nhất Hạnh