Pocas palabras están tan desgastadas como la palabra “camino”.
Título de una obra del Opus, definición de catecumenados, caminos espirituales diversos…
Tao significa camino, Jesús dijo: “Yo soy el camino…”, hasta hay ingenieros de caminos.
En fin, que hace tiempo que tengo ganas de mandar a la porra la palabra, pero me vuelve una y otra vez como concepto necesario e indispensable.
A finales del curso pasado nos servía de introducción en un grupo un texto de Melloni, en “Sed de ser”, que nos vino bien y que creo define lo que muchas personas tratan, tratamos modestamente, de hacer.
A ver que os parece…
Cada cual es camino de sí mismo.
Recorriéndolo, nos recorremos a nosotros mismos.
Caminos que aparecen y desaparecen con cada existencia.
Las señales sirven para comenzar.
Después cada uno ha de trazar su propia ruta, que se revela a la vez que se transita.
No existen mapas que la anticipen.
Nada ni nadie puede sustituir el trayecto que se despeja con cada paso que damos.
Se abren frondosidades vírgenes,
tan atractivas como amenazantes,
tan prometedores como inciertas.
Hollar lo que nadie ha hallado
y hallar lo que nadie ha hollado
porque nadie ha sido nosotros
antes que nosotros
ni nadie lo será jamás.
Para ello hemos venido a la existencia:
para abrir nuestro camino hacia el Mar.
Javier Melloni, “Sed de ser”.