El dolor heredado…
Siempre he oído que no existen los monstruos. Todas y todos decimos que son solo fantasía, pero nos equivocamos. Cuando una tiene miedo del silencio, de estar consigo misma, cuando descubre que está llena de sombras o que no puede dejar de sentirse atrapada por ésta o por aquella idea o sentimiento, llámalo como quieras, sombra, monstruo… Todas las personas portamos algo mal curado o ni siquiera mirado.
Hace poco tuve la sensación de que tanto el silencio como las palabras pronunciadas para ser escuchadas, a veces desentrañan ideas, conceptos, imágenes, creencias, sentimientos… vamos, experiencias vividas. Ambos ayudan a reconocer el valor justo de cada cosa, quitándoles el añadido que o magnifica o menosprecia o lo anula con la indiferencia.
Desentrañar… ¡Bonita palabra!
Quizá me gusta porque en hondura me habla de separar, desapegar de las entrañas aquello que se ha quedado adherido a una por dentro, que en la mayoría de los casos no deja de ser un lastre o una celda que te atrapa.
Desentrañar…
Algunas personas se atreven a mirar por dentro lo que llevan, lo que portan en lo más profundo y oscuro; otras simplemente se lo han encontrado de casualidad, o la consciencia lo ha hecho presente; algunas todavía no se han topado con nada y otras, simplemente, no se atreven a mirar, y quizá no lo hagan nunca.
Desentrañar…
Dicen que existe un dolor, una rabia, un odio… que se transmite de persona a persona, de generación a generación desde nuestros ancestros más lejanos… dolor, rabia que nace en un instante. Nace en el momento en que una no supo evitar que el abuso la hiriese, sin ser consciente de que los estragos afectarían de generación en generación. Nace en el momento en que se descubre un lugar, en el que a una la sombras la habitan, en el que un monstruo dormita en lo más hondo, allí donde la luz apenas llega, donde no hay palabras y el silencio pesa.
Desentrañar…
Porque una vez que intuyes que un dolor heredado, o una rabia, o un odio… sin nombre, sin rostro, incluso sin aparente historia habita en tu zona sombría, tienes que empezar a hacer algo: o bien seguir escondiéndolo y decidir solo olvidar, o bien empiezas a transitar en tu presente por los estragos de tal herencia.
Porque una no puede escapar de sí misma cuando la luz de la consciencia ilumina lo más profundo y lo más oscuro de nuestro ser. No puede decidir no verse más ni no seguir contando consigo misma. No puede decidir apagar el ruido que el dolor provoca.
De cualquier manera, hay que buscar la manera de aceptar lo que te supone ser cómplice cada vez que mantienes ese rincón apartado de todo, escondido. Y no hablo de culpa alguna.
Porque lo peor que una puede llegar a decir es que no sabía que estaba ahí cuando, aunque solo sea por una milésima de segundo, lo has tan solo intuido… Simplemente no hay vuelta atrás.
Desentrañar…
Desentrañar para comprender…
Comprender que significa ser cómplice, que gano y que pierdo.
Comprender que no es valiente quien no tiene miedo, sino quien sigue adelante a pesar del miedo.
Comprender que desapegar dolores pasados, viejos, heredados… abre la vida, abre a la vida… pero como si fuéramos pequeñas rosas creciendo en medio del asfalto…
Desentrañar… ¡Bonita palabra!
Simone