He terminado una terapia con una mujer de 34 años que a punto estuvo de ser totalmente abducida por las garras de un falso gurú perteneciente a un ”movimiento espiritual” que me abstengo de nombrar. Después de 18.000 euros en inversiones al movimiento (para su supuesta elevación) y dos años de “desconexión” obligada, empieza a recuperar el discernimiento.
Y me ha hecho pensar:
Creo que nunca ha habido tanta abundancia de “gurús” como en la actualidad, con un extenso dominio difundido por todas las redes sociales.
Así como de la nada, se autodefinen y declaran “gurús” de la conciencia, después de haber realizado algún que otro cursito, algún que otro libro leído o llevado alguna que otra práctica de naturaleza trascendente que, sin embargo, no simboliza ningún progreso por su parte, ni en discernimiento, ni en espiritualidad, sin olvidarme de la ausencia de conocimiento propio.
Da vértigo las numerosas publicaciones de personas que se atreven a dar consejos espirituales y todo ello profundamente coloreado por un materialismo oculto -o ni siquiera oculto- dirigido, exclusivamente, a fines individuales y para nada al bien colectivo, aunque lo parezca.
Un interés alejado del verdadero servicio y los valores elevados que, más bien, se centra en la ambición y el enriquecimiento propio; con fundamentos, más bien sórdidos y mezquinos, apoyados en una actitud completamente egocéntrica que busca la autoimposición, el autoengrandecimiento y la autosatisfacción.
No tan solo me preocupa la escasa preparación que albergan con respecto al conocimiento humano sino, también, la falta de responsabilidad frente a lo que implica guiar hacia el Espíritu, además del daño que pueden hacer – con sus falsas apariencias y segundas intenciones- a todos aquellos incautos que, en su ingenuidad y candidez, se postran ante ellos en busca de soluciones espirituales a lo que, probablemente, sean problemas psicológicos que ansían resolver, a través de atajos y caminillos superficiales, en lugar de hacer frente a la verdad sobre sí mismos. Lo considero un verdadero peligro.
Como dijo Krishnamurti, hay que estar muy extraviado en la vida para buscar un gurú, y aún mucho más perdido para aceptar convertirse en uno.