Nota introductoria (Ecequiel Subiza Pérez)
Allá por el mes de marzo, cuando me estaba recuperando de una operación importante, escribí un blog sobre la Vida y el Sentido.
Y lo hice porque en el casi un mes que estuve hospitalizado, habían surgido en mí tres intuiciones, tres pilares en los que se manifestaba la Presencia que preside toda comprensión de la Vida. Estos eran y siguen siendo el amor, la gratitud y la confianza.
No esperaba yo que, a mediados de mayo, iba a tener que someterme a una nueva operación más grave, esta vez de corazón.
Me cogió de sorpresa.
Repetía como un mantra los tres pilares.
Buscaba tener paz, pero mi barca daba unos bandazos importantes.
Un día escuché a Enrique Martínez Lozano que él estaba empezando a dar gracias por las cosas negativas, por las “desgracias” que se nos vienen. Dar gracias por lo bueno es fácil, aunque a veces nos olvidemos, pero dar gracias por lo malo…
Intuí, comprendí. Amplié así el sentido de la gratitud también a los aconteceres duros, aparentemente negativos.
Damos gracias por la vida que se nos ha dado. Vida que comprende lo bueno y lo malo, lo que consideramos positivo o negativo.
Y que nos enseña que también hemos de acercarnos a la muerte, viviendo la gratitud en el silencio y en la presencia.
Estando en este tema, encontré en el boletín de CETR unos escritos de Rafael Redondo, a quien conocemos y estimamos desde hace años. En ellos nos hace partícipes de sus vivencias y comprensiones, desde una mirada lúcida y serena, sobre el deterioro que el avance del ELA genera en su cuerpo.
Ha publicado este mismo año un libro que ha titulado GRATITUD.
Para conocer más a Rafael os ofrecemos:
Os dejo saboreando los escritos de Rafael:
Ojos del alma,
de par en par abiertos.
Luz en el fondo. (24.07.2022)
En el Silencio de tu Presencia,
y sólo en él, comprendo
el misterio de existir:
Barro reavivado por tu Aliento…
En tu soplo respiro,
Presencia, mi alimento. (9.08.22)
(15.08.2022) Mis extremidades decaen día a día. Pero, aunque ya no puedo tocar la guitarra, si puedo aún escribir lentamente con una mano. La respiración, aunque asistida por la noche, sigue fluyendo. Manos bondadosas me transportan en silla de ruedas ,y salvo momentos realmente duros de digerir a un nivel existencial, se me ha dado la claridad de discernir que el Espíritu me sostiene. En él deposito toda su iniciativa, doy gracias por su Aliento para poder animar y empujar a quienes han perdido el timón y la esperanza.
Gotas de eternidad
brotando por los poros de este instante.
Nuestro cuerpo, en sus venas,
celebra la existencia… (23.09.2022)
Tú, Gran Silencio,
me abres la percepción de lo sagrado.
Tú, Gran Silencio,
remanso de sedientos,
morada natural de tu Presencia… (28.09.2022)
(5.11.2022) Exiliarse del ruido del pensamiento, hacerse silencio, apertura. Y escuchar el susurro del Ser de la creación latiendo en tu más profunda vena.
Aun en medio del dolor -lo sé- uno tiene la ocasión de aquietar la mente, la de poder experimentar y dejarse contactar por Lo No Nacido, manantial de esa Fuerza: el Espíritu, la esencia de tu propia conciencia, más allá del dolor del tiempo y de su muerte. La Fuerza del Dios Madre de la Vida que, allende dogmas y religiones, sobre toda carne se prodiga y se derrama.
Poder experimentar que el Dios Madre de este mundo palpita en tu verdadera naturaleza, y que en nuestros desolados infiernos ha encontrado el lugar de su Buena Nueva, es una experiencia liberadora radical, que, por serlo, nos marca para toda la vida llenando a esta de sentido.
Compasivo fulgor que, llenando la conciencia de certeza, pulveriza los ídolos del lugar común, la falacia del pensamiento único, la alienación de los resignados novios de la muerte cuando a la resignación apelan y escupen tu inteligencia al grito de «¡esto es lo que hay!» para que permanezcas en el ataúd de los fabricantes del miedo que para ti reservan, cementerio instaurado por los muertos que guían a otros muertos. Tal es el muladar de la esperanza neoliberal, el estercolero de su Tierra Prometida.
Y no, no va por ahí la Vida, para otro destino hemos nacido.
(18.11.2022) Con párpados de plomo, tan pesados como el resto de mi cuerpo, casi vencido por el sueño, acabó el día re-leyendo textos perdidos de mi admirado Albert Camus. Y entre sus páginas me encuentro estas inspiradoras, maravillosas y alentadoras palabras que me obligo a compartir, ya que creo que todos, especialmente si nos encontramos en un mal momento, necesitamos leerlas. Dicen así:
«… En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo eso… En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta».
Camus, a los ojos de muchos murió como un ateo. Pero el Soplo del Espíritu, que sopla donde quiere, hizo de él una referencia de honradez inestimable para toda la raza humana. Un auténtico hijo de Dios.
Tú, honda Presencia,
reventando las brumas,
luz de alborada… (20.11.2022)
¿Qué podrás tú arrebatarle,
Dama de la Guadaña,
a quien, vacío y desasido,
desnudo anda el camino
y solo ansía ser Nadie? (7.01.23)
(20.03.2023) Hoy, al levantarme de la cama, sentí en mi cuerpo el progresivo peso de la enfermedad: la incapacidad para incorporarme, la dificultad para caminar, para vestirme, para sostenerme; la falta de fuerza en mis brazos y manos a la hora de escribir.
Sin embargo Tú, Manantial de Vida que no distingue buenos de malos, te derramas sin distinción sobre toda carne. Siempre respondes; quizá no del modo que yo hubiera querido, pero siempre respondes.
Y Tú estabas ahí, cuando menos te esperaba. Cuando la desazón lastraba mi esperanza. Pero Tú respondiste, Fuente de la Vida, cuando ayer te clamaba: No pido que me cures, pero sí que me concedas la suficiente fuerza, la Fuerza de tu Espíritu, para poder afrontar lo que la vida me traiga y sobre todo transparentar humildemente el don de vivir que me regalas -nos regalas sin ninguna suerte de distinción- cada día: tu Presencia. Para eso nací. Para eso hemos nacido. Mi gratitud. Todo es gracia.
(22.04.2023) La hora en que el ser humano ya no sabe quién es, en la que vaga errante como una sombra entre sus propias ruinas, esa hora de la gran soledad y del vacío, es también la hora de los grandes renacimientos. Es la hora en que nos visita lo desconocido.
(El dictado de voz suple las carencias de mis dedos; todo un descubrimiento para mí, que agradezco a la técnica).
Tu Presencia activa,
lo único que merece la pena vivir… (14 05 2023)
Rafael Redondo