Inicio > Blog > OTRA EXPERIENCIA DEL SILENCIO (Simone)

OTRA EXPERIENCIA DEL SILENCIO (Simone)

El otro día escuchaba a alguien hablando de una nueva acepción de la palabra «alojarse». Y me gustó mucho. Decía que alojarse se puede entender como «ponerse cómodo». Y puso algo de luz en un nudo que llevo por dentro.

Entiendo por ponerse cómoda a esa sensación de estar en casa, con la ropa vieja y amplia, las zapatillas… y descansar.

Para mí hay una gran diferencia entre hacer silencio sola o hacerlo en grupo. La Soledad me ha dado un plus de tranquilidad y sosiego. En Soledad, el silencio me enseña a mirar y a escuchar, no solo el rato de silencio, sino la jornada completa. Mi mente entra sin reservas, sin resistencias, sin pegas; solo es como si se apartase, como si dejase hueco… Normalmente solo me queda acomodarme de poco en poco a esa «casa» que soy. Cada vez tengo más claro que necesito mi espalda recta, que la quietud da una profundidad distinta al movimiento. Algunas personas dicen que la postura es esencial porque la energía fluye mejor por el interior, otras porque ayuda a respirar; me dan igual las razones. Me vale mi experiencia, lo que me ayuda, y a mí cuidar mi postura me ayuda a  incorporar mi cuerpo al silencio, me ayuda a estar atenta… a silenciarme. Parece fácil.

Asimismo sé que el grupo, hacer silencio con más gente, tiene otro plus y la mayoría de las veces lo disfruto… pero a veces las cosas se complican. Y no sé por qué pasa. Es como si el miedo o un gran desasosiego se apoderase de mí. Es como si me cubriese por dentro una sombra cada vez más oscura o tuviese escondida en algún recodo una fuente de la que no deja de manar un pesar lleno de tristeza que de pronto se apodera de mí.

Acomodarse ya no es una opción. Abrir los ojos no calma nada. El recuerdo del bienestar sigue impreso en mí, y mi cuerpo se rebela a lo incómodo de la situación, dando paso a pequeños dolores físicos que no sé ni cómo calmar ni cómo obviar.

Estas «cosas» me pasan desde siempre. Con el silencio siempre he tenido algunos problemas. Cuando empecé con la meditación hace unos años, me pasaba sola y con gente… Y poco a poco se ha ido reduciendo a los tiempos en grupo. Ocurre de vez en cuando. Sin previo aviso. Hoy ya no tengo tanto miedo de que pase, supongo que voy entendiendo que dicen algo de mí, o del momento, algo que estoy pasando por alto.

Al principio me enfadaba, conmigo y con el resto de la gente; y me iba. O evitaba la meditación  en grupo. Me incomodaba muchísimo la situación.

Después aprendí a aceptarlo con resistencias, pero dejaba que ocurriese, y permanecía en el lugar, ocupando mi mente y llenando el silencio de sonidos, aunque solo fuese en mi cabeza; me quedaba quieta, pero haciendo un gran esfuerzo para evitar las recriminaciones, que no callaban…

Poco a poco me he dejado enseñar por el silencio, me he ido fiando de las intuiciones que surgen. Llegó un momento en el que dejé de hacer esfuerzos. Ya no evitaba nada, solo dejaba que ocurriera, poniendo atención a lo que resonaba, dejando hacer. Nunca he creído que me resignara, quizás porque soy consciente de que siguen apareciendo una resistencia tras otra.

También soy consciente de que no temo tanto que ocurra, ya no me frena, ni me impide volver, ni me atrapa, ni me enreda, aunque sigue dejando huella en mí.

Conforme va pasando el tiempo estas experiencias no desaparecen, incluso a veces con esa mirada atenta parece como si todo se intensificara: el miedo, el desasosiego, la tristeza, la rabia. Pero quizás solo lo parezca.

Hace unos días, estando en grupo, en una meditación guiada, todo mi cuerpo se puso en alerta, el respirar empezó a doler como si el aire tuviera aristas que me arañaban por dentro hasta las entrañas y el dolor adormilado del día se despertó para hacerse notar… Y fue como si el caos se apoderase de mí…

Lo único que consiguió calmar mi desazón fue una idea que surgió de repente, de forma sorpresiva en mi cabeza; uno de esos pensamientos curiosos que consiguen acallar de golpe mi mente, como si recordase de pronto una sabiduría antigua: «escucha el silencio de los que acallan su mente»… Y es como si todo lo que estaba amarrado por dentro se soltase. No desaparece, solo queda suspendido por dentro. La respiración vuelve a la calma, el dolor se mitiga, aunque no desaparezca del todo, y puedo ir acomodando mi cuerpo al compás del silencio, despacio, sin prisas, sin esfuerzos…

Hoy me sirve de mantra para calmar la agitación… Solo me pregunto ¿Cuándo dejaré de resistirme?

Simone