Inicio > Blog > AUTO-CUIDADO (Simone)

AUTO-CUIDADO (Simone)

Cuídate. Cuídate es una máxima que todo el mundo dice; para poder cuidar tienes que cuidarte, para poder amar tienes que amarte, para poder perdonar tienes que saber perdonarte…

Y es curioso, o por lo menos a mí me lo parece, muy curioso, porque a cuidar nadie nos enseñó y sin embargo todas y todos aprendimos. Me acuerdo cuando era pequeña y subíamos a casa con un gorrión que nos encontramos en el jardín porque se había caído del nido. Si había más bichitos en el nido podíamos devolverlo y la madre volvía, pero si estaba solico ya no volvía. A mí me parecía que era una madre desnaturalizada. Pero me daba la oportunidad de subirlo a casa e intentar colarlo como una mascota. Aún recuerdo a mi madre que siempre nos decía lo mismo, que el gorrión tenía que vivir en libertad, que no nos lo podíamos quedar… que un día se iría. Y siempre tuvo razón; lo alimentamos, le hacíamos un nido, jugábamos un poco con él, pero había un día que le abríamos la ventana y… al principio volvía a comer, hasta que un día no volvía. Siempre me sorprendía la capacidad que tenían de abrir la boca o el pico. Y digo tenían porque tuvimos varios gorriones torpes. También ayudaba que los jardines estaban llenos de gatos para terminar de convencer a mi madre.

Al principio creíamos que debíamos cuidar mal al chiquito, porque no volvía, pero mi madre siempre y con cada uno de aquellos animalitos nos decía que cuidar era eso, implicaba dejar ir y dejar ser lo que es. A mis 6-7 años aquello me sonaba raro. Y hoy quizás le descubro ese fondo que relaciona cuidar, libertad y respeto. Menudas palabras más grandotas…

Cuando he cuidado a mis padres, ya mayores, o a las personas cercanas lo he hecho siempre desde esa libertad y ese respeto. Pero descubrí un vacío, una contradicción. El problema surge cuando añades 4 letras a esa palabra, auto-cuidado.  Y la libertad y el respeto parecen desaparecer, y asoma por un resquicio el sentimiento de egoísmo con su sombra negra de culpa, quizá como reminiscencia de mi educación religiosa.

Y siempre he tenido ahí algo pendiente, una duda… creyendo, además, que lo que no aprendes de joven a cierta edad es imposible.

Pero hace unos meses, hablando y tomando un café con una amiga, no sé cómo salió este tema (¿casualidad?) y ella habló diferente. O me sonó distinto. Hablaba de auto-cuidarse como un diálogo consigo misma, silencioso y profundo… A veces haces pactos, otras veces cedes, pones límites, mimas y cuidas… Una actitud de libertad y respeto a eso que somos por dentro, digno de ser cuidado… quizás como aquellos gorriones.

El único problema hoy es que esa actitud es un tanto novedosa y no la tengo integrada, así que de vez en vez, o cada mañana, me tengo que recordar cómo tratar-me: escuchar mis deseos y mis necesidades, mirarme siempre con cariño y paciencia, poner límites a mis inercias pasivas, ceder de vez en cuando ante ciertas desganas, pactar y llegar a acuerdos con los miedos y las dudas, dejar que se exprese y se libere mi tristeza y mi rabia, y fiarme de que sé qué es lo mejor, de que mi intuición me va a guiar… y de que en el silencio somos no-dos.

Y voy aprendiendo despacio, cada día, con mis altibajos y mi vuelta a las inercias… Pero como aquellos gorriones yo también he visto la ventana abierta, y mi anhelo de volar está más presente que nunca. Y no tengo mucho miedo a desaparecer, no lo vivo como un riesgo que me limite sino todo lo contrario, como una expansión, como un crecimiento, como una integración: dejar de ser pequeñita para ser totalidad…

Quizá solo un sueño todavía… o quizá todo lo contrario: estoy empezando a despertar de un largo sueño.

Y me gusta.

Tengo que reconocer que no todo lo que descubro en mí me gusta, pero la sensación de empezar a estar de pie, de mirar de frente, de rescatar mi voz, mi verdad… con pasicos cortos, pero uno detrás de otro, me van transformando. Voy abriendo mis puños cerrados y dejando ir, sanando un pasado herido.

Y aunque algunas mañanas mi ventana vuelve a estar cerrada, sé que con un solo gesto vuelve a abrirse. Y eso, quizás, es algo parecido a empezar a elegir ser de otra manera…

Y me gusta, me gusta mucho.

Simone