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MOVIMIENTO (Mikel)

Supongo que te habrá pasado alguna vez que no puedes conciliar el sueño cuando duermes con otra persona en casa y ella se duerme antes que tú. O cuando, con ocasión de algún viaje, te toca compartir la habitación con más gente en algún hotel, albergue o refugio de alta montaña. Esa respiración más o menos fuerte (no te digo nada si hablamos de ronquidos) que te produce nerviosismo, no te deja descansar y te hace presagiar que te vas a pegar la noche en blanco pensando en el agotamiento que te espera al día siguiente si no consigues dormir.

Recientemente he tenido una experiencia al respecto que me ha permitido cambiar la mirada ante una situación tantas veces vivida. Me encontraba en la cama junto a mi querida esposa tras un momento de comunicación profunda y de encuentro afectivo. Y, como tantas veces, se quedó plácidamente dormida mientras yo la contemplaba. Al poco rato entró en un profundo sueño y yo seguía observándola, viendo cómo su respiración poco a poco se iba haciendo más fuerte.

Entonces, no sé por qué, me vino a la cabeza esa pregunta que últimamente me hago de vez en cuando: ¿Estoy en la mente o en la atención? Y caí en la cuenta de la diferencia que supone una respuesta u otra. Cuando estoy en la mente sólo me fijo en que su respiración no me deja coger el sueño y mi cabeza no para de pensar en lo que he citado más arriba: como no me duerma pronto me voy a poner nervioso, no voy a descansar, mañana estaré agotado… Es decir, entro en la espiral de la rumiación y la cavilación como algunas veces me ha pasado.

Sin embargo, al poner atención, todo comenzó a cambiar: empecé a tomar conciencia, a ser consciente, de que lo que veían mis ojos y oían mis oídos no era más que una percepción superficial de la realidad. Aparentemente ella estaba quieta, inmóvil en el dulce descanso del sueño, cuando en realidad todo era movimiento: el continuo e ininterrumpido movimiento de su respiración, el movimiento de sus pulmones, el movimiento del corazón, el movimiento de la sangre corriendo por sus venas, el movimiento de las neuronas que rigen el sistema respiratorio, circulatorio, digestivo, nervioso…

Mientras dormimos, mientras aparentemente estamos quietos y en reposo permitiendo la regeneración de nuestro cuerpo, no cesamos de movernos: es un continuo movimiento de nuestras células, de los átomos que las constituyen, de las partículas subatómicas  como los neutrones, protones y electrones, de los quarts… que no cesan de moverse a unas velocidades vertiginosas en lo que la física cuántica apenas ve ya más que espacio (o vacío) e información.

Si nos fijamos fuera del contorno que delimita nuestra piel, en una especie de continuidad ya que son las mismas partículas cuánticas las que los conforman, nos encontramos con los cuerpos de quienes nos rodean, las personas que viven en nuestro portal, en nuestro bloque, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestro país, en nuestro continente, en nuestra querida Tierra, en un continuo movimiento, aunque sea de noche y, aparentemente, todo esté quieto.

Y entre cuerpos y objetos, aunque no lo veamos, el espacio que nos rodea está a su vez lleno de movimiento: las ondas gravitacionales, las magnéticas, las eléctricas, las sonoras… Las televisiones, las radios, los radares, los gps, los móviles, etc. funcionan gracias al movimiento invisible de las ondas. El viento, que tampoco se ve pero se percibe con claridad… Todo es movimiento.

Si ponemos un poco de atención somos conscientes de que nunca estamos quietos ya que, aunque estemos dormidos y no andemos, nos movemos con el movimiento de rotación de la Tierra respecto a sí misma y del de traslación de la Tierra respecto al Sol. Y de que la Luna se mueve alrededor de la Tierra, los planetas con sus satélites alrededor de una pequeña estrella llamada Sol, la Vía Láctea con sus millones de estrellas, la galaxia en un armonioso baile con infinitas galaxias… Y todo en un continuo, eterno, movimiento.

Si en lugar de la mente me sitúo en la atención soy consciente de que todo es movimiento, de que la vida no puede existir sin el movimiento; de alguna manera puedo decir que la vida es movimiento. O que el movimiento es otro nombre de la Consciencia, del misterio de la Vida, de lo que somos, de lo que soy.

Y aquí me viene esa pregunta fundamental que tantas veces nos recuerda Enrique: ¿Quién soy yo? Hoy me atrevo a añadir otra expresión que apunta, como el dedo a la luna, a ese misterio que me constituye: soy, también, movimiento. Y a falta de otras palabras que lo expresen mejor me quedo con que, simplemente, yo soy. Yo soy el que soy.

¿Os suena?

Mikel