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RELIGIÓN Y CUALIDAD HUMANA PROFUNDA (Jon Ander)

Leyendo “Reflexiones sobre la cualidad humana” de Marià Corbí

Ya hace algún tiempo que este filósofo y teólogo catalán, especialista en las tradiciones religiosas y en su epistemología, acuñó el término “cualidad humana profunda” para referirse a la espiritualidad.

Y esto es positivo, porque la palabra “espiritualidad” la hemos identificado con frecuencia con religión. Además, fácilmente pensamos que hay muchas espiritualidades, no sólo una en cada religión, sino también al interior de cada una de ellas.

Y Corbí lo que nos quiere transmitir es que la espiritualidad es única, que es algo que constituye a la persona, como su capacidad intelectual o su cuerpo psicofísico. Por eso es acertado hablar de espiritualidad como de una cualidad humana, la más honda de todas, como de la “cualidad humana profunda”. Así, nos referimos a la espiritualidad como algo singular, no plural, por el mismo sentido que le damos al concepto.

En las reflexiones que lleva a cabo en la primera parte del libro que cito hay dos aspectos que quiero subrayar:

El primero de ellos es que la religión es algo propio de las sociedades agrarias o preindustriales. Por tanto, en nuestra actual situación, la religión no tiene cabida ni asentamiento y cada vez va a languidecer más, hasta dejar de tener significado.

La cualidad humana profunda (CHP) surge como la cualidad más personal cuyo descubrimiento y cultivo hace a las personas más conscientes, en una vida con sentido.

“En las circunstancias culturales en las que nos movemos, no nos queda otra solución que renunciar a la religión y a su lógica propia.”

“La vida espiritual, la cualidad de la vida humana, el desarrollo refinado del camino interior, la vía del silencio, tendrán que darse sin religión. La ciencia, la filosofía, la moralidad, la cohesión colectiva y el arte se han liberado hace tiempo de la religión. Ahora le toca a la cualidad humana, a lo que nuestros antepasados llamaban espiritualidad.”

“Quien se libera de la religión, se libera del miedo a lo sagrado. Quien se libera del miedo es verdaderamente libre”.

El segundo aspecto hace referencia a la singularidad de la cualidad humana profunda (espiritualidad). Habrá diversidad, pero sin exclusivismos ni exclusiones. Y, obviamente, sin enfrentamientos ni oposiciones. De la misma naturaleza conceptual de la CHP se deriva la imposibilidad de erigirse nadie sobre nadie.

“Sería lógico que no aparecieran, pues, bloques homogéneos de pertenencias, con fronteras definidas y contrapuestas a otros bloques de pertenencias. Habrá que asumir una gran diversidad, muy creativa, de fronteras muy móviles e incluso difusas. Estos hechos y estas lógicas comportan que la cualidad humana honda no tendrá patrones exclusivos ni excluyentes, ni tendrá tampoco modos delimitados y uniformes de cultivo; tampoco habrá enfrentamientos u oposiciones entre los concretos procedimientos para adquirir esa cualidad.”

Y la consecuencia:

“Donde no hay creencias no es posible el proselitismo, aunque sí la comunicación y el interés y el amor por los otros que empuja a ofrecer lo que es la más grande y noble posibilidad humana.”

Esta conclusión es muy importante para quienes nos sentimos de alguna manera involucrados en el desarrollo de la espiritualidad, como seguimos llamando a la CHP. No queremos ni buscamos ningún tipo de proselitismo. No queremos ni fomentamos organizaciones, asociaciones, escuelas ni adeptos de carnet.

Pero ojalá que podamos, con interés y amor por los demás seres humanos, ofrecer lo que juzgamos más grande e importante para devenir personas más auténticas y profundas, en una humanidad más consciente y consecuente.

Una vez más comprensión y compasión se dan la mano.

                                                                                                                                             Jon Ander